ARGEMIRO
AGUDELO
“Uno andando por las montañas, uno ve muchas cosas (…) es conveniente
contar esas historias porque hay cosas que están en riesgos, en la montaña y
todo eso hay que comunicarlo para que la gente se dé cuenta ya que si no
quisieran arrepentirsen, ya es otra cosa”.
Es Argemiro Agudelo una
persona reflexiva y meditativa, gracias a la sabiduría que da los años, al
estudio de ciencias cultas y ocultas –según la visión de cada persona- y al
estudio de la biblia.
De manera metafórica, Argemiro
Agudelo dice que “todo ese contorno por
aquí está como una cosa de esas que preparan en los tiempos de fiesta pa´
divertisen (…) eso hacen una rueda, y a esa rueda le van uniendo esos
explosivos. Y entonces lo prenden por una partecita y esa partecita lo va
prendiendo todo. Y así está este municipio. Se dice que debido a esas cosas es
que de pronto hay un riesgo por aquí, porque todo está rodeado de esas cosas. Y
que es como por forma de un castigo, por desobediencia. Que se le advierten las
cosas y no hacen caso. (…) aquí está el nombre Peque. Hace más de dos siglos
que el nombre Peque existe. Y hasta ahorita no ha habido nadie, no ha habido
sabio ni justo que deje ese nombre y se arrepienta de ese nombre. Por eso el
nombre de Peque no deja de ser pecar”.
Se necesita interpretación o
imaginación para aproximarnos a lo que nos quiere decir el anciano con su
profecía. Es característico de los profetas estimular la imaginación ajena a
través de palabras y expresiones que llevan significados simbólicos para que se
descifren por los mejores intérpretes. No sabemos si el hecho se refiere a un
fenómeno social o a un fenómeno natural. Si es social, quizás el fenómeno haya
ocurrido y se haya relacionado con el desplazamiento del año 2001. Si es
natural, quizás tenga que ver con posibles erupciones volcánicas por
encontrarse el pueblo cerca a los picos de la cordillera de los Andes.
Argemiro usualmente pasea y se distrae en el parque |
El nombre del Municipio,
Peque, para propios y extraños, quizás sea una alegoría a la vida libertina, de
placer y satisfacción de los sentidos. Pero hay que recordar que la palabra
está relacionada con los habitantes de estos territorios antes de la llegada de
Gaspar de Rodas: los Pekis o Pequis. Los sonidos que forman las
palabras de la lengua de una cultura representan cosas de su realidad, de su
medio y de sus creencias.
Una solución que da Argemiro
al nombre incitador al pecado que lleva el pueblo es Amparadó. “Porque, ya, el nombre Peque, no es pues, un
nombre, digamos, que no tiene riesgo. Ese es un nombre de riesgo para la gente.
La gente hoy en días, no piensan en otras cosas, sino que es, vivir en el mundo
sin (…) arrepentirse de la culpa que tenga”, asegura.
Argemiro Agudelo es hijo de
Anatividad Agudelo y Baltazar David. Nació en el año 1928 en el sector El
Higuerón, corregimiento Los Llanos de Peque. Tuvo tres hermanos: Alfonso
Enrique –se fue para el departamento del Valle y no se supo más de él-, Maria
Ercilia –fallecida en la violencia- y Luis Ernesto -ya fallecido.
Fue a la escuela por un
periodo aproximado de cuatro años. El nombre del único profesor que recuerda es
el de Miguel Ángel Suárez, padre del conocido Hildebrando Suárez, Cochise. De
los recuerdos de su infancia dice que en la quebrada Los Llanos se formaba un
pozo grande al caer el agua. A él iban
en la noche las personas que practicaban ciencias ocultas. De este pozo se
levantaban, volaban, hasta unas peñas que había por allá. Igualmente recuerda que algunas niñas de Los
Llanos, de 12 y 13 años, cuando medio leían y escribían, cogían ramas, y
frotándolas en sus manos, formaban una masa que al mismo tiempo se convertía en
un gusano vivo.
Casi pierde la vida cuando
movilizándose entre el sector El Tablazo y El Aguacate, se detuvo en El
aguacate ya que había mucha gente tomando guarapo, entre ellos uno de sus
hermanos, quien estaba muy borracho con otro. En eso llegó la policía y requisó
a Argemiro –previamente había escondido el arma en el rastrojo- y no le
encontró nada. Luego cogieron a su hermano y al otro borracho a patadas y a
plan. Intercedió Argemiro por los dos borrachos, cosa que no gustó en la
autoridad, y uno de ellos le mandó un machetazo a la cabeza el cual con
habilidad pudo evitar. Luego le envió el otro machetazo y con habilidad y
fuerza Argemiro cogió por el brazo al policía, lo sacudió y lo tiró al suelo.
Viendo Argemiro la oportunidad de escapar, se tiró por un bordo cayendo de pie
en la playa de la quebrada. El policía hizo lo mismo en su persecución, se
lanzó, pero con tan mala suerte cayó boca abajo en la playa. “Ahí mismo me le encasquetié. Si no llega la
compañía de ellos, lo acabo. Me cogieron y me daban plan y pata les dije:
hombe, si tienen mucho odio con migo, mátemen más bien. Cuando estaban sacando
el revólver, apareció un señor que parecía compañero de ellos y les dijo: no
hay orden de matar a nadie; larguen a ese muchacho que lo están aporriando de
manera cobarde”.
Por este hecho fue conocido
como “Estuzador” durante la época de la Violencia Política, pero no porque haya
quitado la cabeza a los oponentes, sino porque pudo evitar perderla en el
forcejeo con los policías. Su caso animó a los habitantes del sector para
formar grupo de autodefensa contra la policía y los contra chusmeros.
Pasada la violencia, él y
otros 70 chusmeros liberales debieron ir a la cuarta brigada en Medellín al
proceso de amnistía ofrecido por el gobierno nacional. Allí los militares les
preguntaban por qué se habían enfrentado a la policía. Ellos respondían que
porque la policía los iba a matar. “Allá
nos dieron ropa, nos dieron zapatas. Váyanse a trabajar”, les dijeron.
En el hospital solicitando los servicios de salud |
Durante una parte de su vida
se dedicó al estudio de la medicina de las plantas. Uno de los libros que
recuerda es “Vida y Salud”. En una ocasión cambió un libro de geología por un
libro de magia que tenía un hijo de Alberto Mazo. Con este libro profundizó sus
conocimientos en medicina de las plantas y la tierra. Durante algún tiempo el
libro fue fuente de consulta hasta que se le perdió. Luego de ello inició el
estudio de la biblia. Ahora duda que el contenido del libro, y los aprendizajes
obtenidos de él, sean del agrado de Dios.
El primer hogar que conformó Argemiro fue con Maria Dolores Posso; vivió aproximadamente quince años con ella. De esta unión tuvo dos hijos: Orlanda y Eneida "La idea mía era casarme con ella, entonces yo le noté un ... un error, entonces ya no me dio por casarme con ella", asegura.
El primer hogar que conformó Argemiro fue con Maria Dolores Posso; vivió aproximadamente quince años con ella. De esta unión tuvo dos hijos: Orlanda y Eneida "La idea mía era casarme con ella, entonces yo le noté un ... un error, entonces ya no me dio por casarme con ella", asegura.
El segundo hogar, y con bendición de cura, fue con Paulina de Jesús Torres. En este matrimonio nacieron cinco hijos: Lucémida, Floresminda, Maria
Berley, José Angelino y Uberly Amparo. En aquellos tiempos usualmente los sacerdotes no
atendían a la voluntad de los padres en el momento de bautizar a los niños en
la iglesia. Si el nombre del niño no le sonaba bien a los oídos del sacerdote,
este le cambiaba el nombre. Esto le pasó a don Argemiro quien se iba a llamar
José Angelino pero el sacerdote le cambió el nombre en el momento del bautizo.
Reconoce que fue un
borrachín; empezó a beber a la edad de 14 años. Durante muchos años se
embriagaba con la bebida popular de esos tiempos: la chicha. Unos de los
nombres de las personas que recuerda que hacía chicha por El Cañón (El
Aguacate), es Tomasa Posso y Daniel Posso. “Uno
empezaba por ahí así, charlando, charlando, y cuando menos pensaba, uno se iba
al piso”, recuerda.
Por un tiempo Argemiro
asistió a una de las iglesias evangélicas del pueblo. Ahora que su movilidad es
reducida, debido a su edad avanzada y achaques de la vida, ya no asiste a los
servicios religiosos de ninguna iglesia, y lamenta que ninguno de los pastores
lo visite.
Un día de vida es un día de
experiencias, aprendizajes, interacciones. Un sin número de sucesos e ideas
ocurren entre el levantarse y el acostarse. De ello somos testigos todos,
especialmente personas como Argemiro Agudelo que a sus 91 años continúa enfrentando
la vida con las dificultades propias de la edad.
Es común, en el género
literario, comparar metafóricamente la belleza de la juventud con la primavera,
y la pérdida de habilidad, fuerza y lozanía de la vejez, con el ocaso. Es un
proceso biológico imposible de detener, y mucho menos de revertir. La pérdida
de una condición es la elevación de un estado. El desgaste del organismo físico
da paso a la lucidez y plenitud del espíritu. He ahí la claridad y serenidad
del anciano.
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