EULOGIO
HIGUITA SALAS
Eulogio Higuita, guardia de la Penitenciaría Agrícola La Colonia |
¡Váyase
de aquí! -le dice Sofía al
gato- ¡si le gusta dormir en la silla! Ella se disponía a acomodar a la
persona que le escucharía los relatos de su esposo. A un costado de la pequeña
sala se encontraba un modesto pesebre, y a unos pocos centímetros de este
estaba un humilde árbol de navidad. Entre sus adornos tenía unas flores
amarillas, verdes y rosadas en celofán. Con gratitud dice que se las enseñaron
a hacer en el ancianato.
Antigua y única cédula de identificación |
El sacerdote había visto que Eulogio era habilidoso con las funciones propias de un sacristán, razón por lo cual lo pidió y se comprometió a darle el estudio. Lo que Eulogio no aprendía en la escuela, el cura se lo enseñaba en la casa cural.
Josefina, primera esposa de Eulogio |
La mala experiencia en la
escuela lo marcó y como padre se rehusó a enviar a sus hijos a la escuela. “Entonces nosotros nos levantamos la familia
muy pobremente, y entonces él decía que pa´ qué mandaba los hijos a estudiar,
que servían de carnada de los otros (…) claro que uno que va ciego del todo, el
otro le abre los ojos a punta e puño”.
Sofía, segunda esposa con sus hijos José Jonás, Ana Sofía y Roso Cruz |
“Donde nosotros estábamos viviendo, nosotros no lo compramos. Nos mandó
don Pacho allá porque eso estaba allá solo y las que estaban allá eran las
culebras. Y la casa estaba arropada de puro rastrojo y tuna. Allá vivió la
difuntica María Salas con el esposo que se llamaba Tulio. Pero entonces ellos
se pusieron a trabajar pa´llá pa´l otro lao en lo de las Guerras. Entonces don
Pacho como que les dijo que él necesitaba era que el que viviera a este lao,
fuera la tapa de toa esta finca. Y eso hicimos nosotros”, asegura Sofía.
Vivir al lado de la
quebrada, más que satisfacciones, acarreó dificultades, sobre todo en la época
de verano, en los meses de diciembre y enero cuando bajaban niños, jóvenes y
adultos a bañarse y divertirse en los pozos de la quebrada. “¡Ave María!, nosotros sufrimos mucho con la
gente. El sembrao, lo que era fríjol, maíz, revuelto y la caña, eso se iba todo
por parejo. Y entonces, ya nosotros lo que nos tocaba era por ahí el redrojito,
y eso sí, rebuscao (…) eso era bien sabido que primero comía el ladrón que el
dueño de la olla”, dice con recelo.
En una ocasión, el pozo de
agua que más cerca estaba de la casa de
Eulogio, amaneció lleno de vidrios y uno de los bañistas resultó con una herida
grande y profunda en la planta del pie. Esto originó reclamos y expresiones
amenazantes entre los bañistas y la familia de Eulogio terminando en una
batalla campal en la que iban y venían piedras de lado y lado. Tan mala suerte
tuvo el pequeño Jota (Jonás), hijo de Eulogio, que una de estas pegó en su
pómulo dejándolo ensangrentado y mareado. Dicen las malas lenguas que Eulogio dio
ánimo a su hijo diciéndole que se levantara que estaban en guerra.
Sofía en su hogar de La Miranda. Aquí invirtió la indemnización que le dio el Ejército Nacional por la muerte de su hijo Mahomed. |
Siendo adulto, Eulogio fue
guardián de prisiones. Trabajó en la Penitenciaría de La Colonia, por San
Jorge. Además de estar vigilante de los reclusos debía enfrentar el frio
extremo y la acechanza de los animales de la selva, principalmente las
serpientes venenosas. Luego de esto, también se desempeñó por unos días como
guardián de la cárcel municipal. Dicen quienes lo recuerdan que le gustaba
portar el revólver de dotación en la cintura debajo de la camisa, asomarse a la
calle y fijar su vista en algún filo del paisaje y apoyar su mano izquierda
sobre el revólver. Quería dar la impresión de respeto y de estar dispuesto a la
acción por su cargo.
Antes de estallar la
violencia política en 1948, con la muerte de Gaitán, Eulogio tuvo una
tiendecita por los lados del parque, pero esta fue saqueada e incendiada. No
tuvo más remedio que armarse y organizarse en las filas de la chusma liberal
para defenderse.
Otros de los cargos
desempeñados durante varios años por Eulogio en el municipio fue el de
Plantero. Ganaba en ese tiempo aproximadamente 60 mil pesos al mes. Justo al
lado de su casa estaba la minicentral hidroeléctrica. No era potente pero era
la maravilla de la época. Uno o dos bombillos dentro de la casa hacían
innecesario el uso de lámparas de petróleo
o de velas en la noche. La energía producida por la planta solo era para la
iluminación. Cualquier otro uso como aplanchar ropa o cocinar con fogón
eléctrico no era permitido. “Por aquí hay
un contrabando y por aquí es ´onde me da. Mamá dizque le robaba luz pa´ planchar
de noche. No sé si es que tenía indicios que ella aplanchaba de noche”, decía
Maria Cleofe Moreno en palabras de su hijo Sinar.
Datos libreta militar |
Luego de la primera mini
hidroeléctrica, hubo otra un poco más potente al otro lado de la quebrada. “Él estuvo allá también. Allá se enfermó
mucho y le buscaron un reemplazo, y ya él no volvió a trabajar más en la planta”,
dice Sofía.
Mucho tiempo trabajó para el
municipio y para la nación. Quizás pudo reunir el tiempo suficiente para ser
acreedor a una pensión proporcional al tiempo servido. “Tenía hasta una papelería de él cuando trabajaba en la colonia, y
cuando ya estaba trabajando allí, de plantero. Ya pues con el tiempo, cuando
entró José Luis, El Ñanguita, de alcalde, me pidió los papeles. Y a mí se me
olvidó habele sacao fotocopia. Oiga, dizque porque él me iba ´cer esa vuelta
pa´ ver si de pronto nos daban alguna cosa por pensión. Y entonces resulta que
él cogió los papeles y se los guardó y no sé qué haría con ellos porque en ese
año que él me pidió los papeles, también se fue volao de aquí ´e Peque, y adiós
que yo no volví a ver los papeles, siquiera”, recuerda Sofía con tristeza.
Era Eulogio una persona
pulcra al vestir, se preocupaba bastante de la presentación personal, no podía faltarle el agua de Florida para rodearse de un buen aroma. Peinaba
su bigote, no solo para subir al pueblo, sino también después de cada comida. A pesar de que su bigote no era abundante, sí
merecía el máximo cuidado, pues siempre lo retorcía con sus dedos pulgar e
índice para arriba. Doblaba su pañuelo en triángulo y se aseguraba con cuidado
de que una de sus puntas quedase unos cuantos centímetros por fuera de su
bolsillo para halarlo.
Ventiador o china, utilizado décadas atrás para soplar los fogones de leña. Este instrumento es fabricado por Sofía |
Tomaba el camino hacia el
casco urbano subiendo por El Jundungo (en aquellos días no había camino para la
quebrada por los lados del actual barrio La Miranda). Durante el recorrido se
aseguraba que sus bigotes estuviesen caprichosamente retorcidos y el pañuelo en
su sitio con una de sus puntas hacia afuera.
En la vida ha habido, hay y
habrá objetos que son cómplices de la vanidad de hombres y mujeres.
Afortunadamente son objetos inanimados, sin conciencia ni razón. Cómo se
reirían estos artículos de nosotros en los esfuerzos para tener una aceptable
presentación personal o para alcanzar
ideales de belleza preconcebidos por la sociedad.
Lo descrito es una lucha
librada por todas las generaciones humanas en todas las culturas. De ella no
pudo escapar Eulogio, y para ello contó con el elemento material que para
muchos mejora la autoestima: el espejo. En
su recorrido hacia el casco urbano, se detenía en el camino y sacaba dos
espejos. Primero revisaba su bigote y al constatar que todo estaba bien, pasaba
a revisar su pañuelo y sus caderas (su trasero diríamos en estos tiempos).
Tomaba dos espejos, uno en cada mano. Doblaba ligeramente una de sus manos
hacia adelante, un poco por encima de su rostro, y la otra la estiraba hacia
atrás. Con el espejo de adelante enfocaba la imagen del espejo de atrás. Asegurándose
de que los espejos estaban reflejando la misma imagen, volteaba su cabeza, y
con un juego en los ojos, enfocaba casi que de manera simultánea ambas
pantallas, para ver allí, en su sitio, al pañuelo y su trasero cuidadosamente cubierto con el
pantalón de apolo confeccionado por el sastre Tulio Valle, tío de Sofía. Hecho el ritual, el camino hacia Peque continuaba.
Cada minuto, cada hora, cada
día en la existencia humana, es una palabra, es una frase, es un párrafo en la
historia de una persona. El capítulo de esta historia se cierra el 4 de
septiembre de 1995 cuando nuestro guardia de la Penitenciaría Agrícola La Colonia
murió después de varios meses de enfermedad.
Genealogía
Nació Maria Sofía el 16 de
junio de 1940. En la actualidad cuenta con 79 años. Se casó con Eulogio a la
edad de 23 años. “El que presta lo que tiene, a pedir se atiene”, dice Sofía.
Maria Sofía Serna Valle es
hija de Cruz María Serna y Maria del Rosario Valle Zapata. Don Cruz María era
originario del municipio de Ituango. Cuando se casaron, Maria del Rosario tenía
una hija, Berta, de tres años (esposa de don Luis Lopera).
ü Hermanos de Maria Sofía
Berta Rosa Valle, esposa de Luis Lopera, (ambos fallecidos). Era hermana por mamá ya que su
padre era Daniel Moreno (vivía por los lados de Popal o El Tablazo). otro hermano por mamá fue Lorenzo Valle (vivió con Rosalba Moreno).
Los otros hermanos son Ramón,
Matilde, Ofelia, Luisito, Reynaldo, Magola. Luisito y Reynaldo viven por Urabá;
Ramón y Matilde, viven juntos en Medellín.
Otros
datos
ü Josefina
David y Eulogio Higuita fueron padres de Adolfo, Elí, Ernestina (esposa de Luis Valderrama), Carlos Enrique, Benedicta
(esposa de Pedro Julio David –Chimbita).
ü Josefina David: hermana de Antonio, Marcos, María (madre de Nelly Higuita, esposa de José Sucerquia).
ü Josefina David: hermana de Antonio, Marcos, María (madre de Nelly Higuita, esposa de José Sucerquia).
ü Carlos
Enrique: padre de Heriberto, Enriqueta (la que vivía con Abertano Chancí), Luz Aura (la mujer de Alberto Elías Vélez, conocido cariñosamente como El Flaco) y Berta.
ü Adolfo
vivió con Ana Ortiz y tuvieron a Adolfito, Carlos, Elías, Josefina y Celina. Estas dos últimas eran mellizas y les decían Las Potolio.
Profe, que buenas historias, recordar es vivir y leer éstas historias nos trasladan a tiempos maravillosos. Saludos!
ResponderEliminarGracias por tan gratos recuerdos , de gente con la que tube una amistad muy cordial y sincera . Eulogio fue compañero de mi padre como plantero por mucho tiempo y recuerdo con nostalgia y cariño cuando bajaba a llevarle comida a mi padre y jugaba con roso en el patio de su casa. Lamento profundamente que por motivos ajenos a mi voluntad , no hubiera podido dar un buen fin a la gestión de pensión del amigo Eulogio .en archivos de la alcaldía deben estar esos documentos , eso no creo que lo hayan votado .es muy grato encontrar a alguien que con tanto empeño se ha dado a la tarea de contar estas historias maravillosas de nuestra gente y que hoy son una joya de nuestro entorno cultural e histórico. Felicitaciones . Un abrazo .
ResponderEliminariMáximo! , que bien, es un aporte invaluable a nuestra historia Pequeita.
ResponderEliminarQue viva, Flores, continúe con esta valiosa tarea, iCamino adelante!.
ResponderEliminarQue buena historia hasta sali conociendo mi arbol genetico
ResponderEliminarA mi me llamaron Chila, de los mismos chinguas...
ResponderEliminar