jueves, 27 de junio de 2019

PEDRO JULIO DAVID: CHIMBITA - Y ASÍ ME DEJARON


PEDRO JULIO DAVID URREGO


-Yo nací en el mes que sigue a julio.
-¡Agosto!
-O junio. 22 de junio.
-¿De qué año?
-A pues, yo tengo aquí la cédula.
-Veamos.

Nació Pedro Julio el 21 de junio de 1943. Hijo de Nicolasa Urrego y Emeterio David Londoño, casados por la iglesia. Tuvieron diez hijos de los cuales él fue el último. Vivían en La Ciénega cuando Pedro Julio estaba pequeño. Esta tierra era de Jesús Díaz, primo de doña Nicolasa, hijo de Tulio Cadavid, personas de Santa Agueda. Era doña Nicolasa hija de Francisco Urrego, conocido como Tito Urrego.

Dada la mala memoria de Pedro Julio, los únicos hermanos que recuerda son: Fidelino, conocido en el pueblo como Nino, Maria de los Ángeles, Mariana, Israel, Octavio, Pedrito. Éste último falleció siendo un niño de dos años por lo que al nacer Pedro Julio le fue dado el mismo nombre de su hermano. Y se pregunta, “¿de qué sería que murió? Enfermedades que vienen tantas, que no sabe uno ni cuentas ni cuándo…”.

Para esta familia no hubo oportunidad de ir a la escuela por lo que la lectura y la escritura, y las operaciones básicas con los números no han existido en sus vidas. “En la escuela no tuvimos ninguno. Ninguno sabemos leer y escribir. No fuimos a la escuela ni un mes”, Sostiene. De la enseñanza recuerda a una maestra, “y le enseñaba por ahí a la gente, por ahí así en la montaña, en cualquier casita por ahí (…) y eso ha sido muy bien, hombre, uno saber tan siquiera firmar, pero nosotros no aprendimos ni a firmar, hombre”.
Pedro Julio motilando por los lados del coliseo.

Contaba Pedro Julio con aproximadamente ocho años cuando inició la época de la Violencia Política de Colombia. Su familia se escondió por el sector de El Retiro, arriba de Las Faldas del Café.

La falta de memoria y la ausencia de la escuela en su vida, lleva a Pedro Julio a hacer valoraciones desproporcionadas en los costos de las propiedades. Asegura que el terreno en el que se encuentra su casa (solo el plan), conocida como la Aguada, le costó en su tiempo un millón doscientos mil pesos hace aproximadamente cuarenta años. Esta tierra fue adquirida del señor Fabio Orrego. “Ellos tenían una cafetera ahí y entonces nosotros íbamos cogiendo cafecito en compaña con él mismo, de la cafetera de él mismo. Cogiendo cafecito,  le entregábamos la parte a él, y, la aparte de nosotros la secábamos y la entregábamos a él mismo pa´que la vendiera él. O vendíamos nosotros y le entregábamos la platica a él”.

Pedro Julio es casado con Benedita Higuita David, hija de Eulogio Higuita Salas, el que vivía en la quebrada en los que hoy son los predios de Diego Peque Rúa. Tienen cuatro hijos: Fabio, Oscar, Pedro y Flor

Viene ejerciendo el arte de la peluquería (barbería en la actualidad) desde la edad de los 15 años. Usó para la práctica de la peluquería a sus propios hermanos. Ellos le decían: “vení peluquianos hombre, el pelo crece otra vez, pa´que aprendás. Y ellos me ayudaron a conseguir la tijera. Esa tijera la conseguimos nosotros con don Pacho Guerra. Ese era el que manejaba las tijeras de cornetas –marca corneta - una marca fina. Y todavía las tengo. Me costó $ 30 centavos”.

Julio tiene sus propios clientes que lo buscan para que los motile ya que no les gusta que los motilen con máquina. Es el único barbero del pueblo que ejerce su profesión sin local, sin sitio fijo. “Por ahí en cualquier parte”, dice. Se le puede ver atendiendo a sus clientes por los alrededores del coliseo, en el parque o en cualquier otro sitio donde su cliente se pueda sentar. “Vamos pa´allí pa´la plaza, donde esté más toldaito”, dice a alguien cuando lo va a motilar. “Y ahí gano yo los tres mil pesos. hay veces que me gano hasta los cuatro y me gano por ahí los …$ 10.200, 2.000 ¿qué?, los 5.000, que los 10.200. Ahh, 12.000, pues. Porque en dos, son seis; en tres, son nueve; y en cuatro, son 10.200.
Herramientas de trabajo de Pedro Julio. Las tijeras más
viejas las compró al señor Pacho Guerra


El sobrenombre de “Chimbita” se originó de su propio arte. “Cuando eso era don Aquilino, era el puertiero allá en la cárcel. Ese era el que manejaba allá los carceleros. Mantenía por ahí afuera, sentao, por ahí así en la puerta. Entonces me dijo: venga, hágame el favor y me peluquea aquí, hombe, siete peludos, que están muy peludos y me los peluquea que yo le pago. Y en ese tiempo era como a 300 pesos la peluquiada. Yo los peluquié y él me dio la platica. Con eso compré yo un poco de cosas, pues. Cuando eso 300 pesos o 300 centavos era mucha plata. A 300 pesos no peluquiaba yo, a 300 centavos. Entonce yo cuando ya acabé de peluquiar los muchachos… oiga don Aquilino, estos muchachos lo que sí quedaron fue muy chimbita, hombe. Y entonces cada que pasaba yo por ahí: hombe, ¿cómo quedamos, hombe? Quedamos muy chimbita, hombe. ¡Allí va Chimbita, ve! Y así me dejaron”.

Otro trabajo temporal que ejerció Pedro Julio fue el de arenero. Trabajó sacando arena con Juaquín, conocido como Juaquín Cojo. Ganaba a ocho mil pesos el día.


Es Pedro Julio de los hombres de patillas anchas y largas hasta la altura de la comisura de los labios. Sombrero de ala mediana ligeramente volteada. Botas de caucho llanera, carriel tradicional de cuero y pelo. Luce anillos de metal sencillo en ambas manos, poncho al hombro y reloj clásico metálico. Su presencia evoca el campesino tradicional de los años 70.

Cuenta Julio con dos dientes de oro en su dentadura postiza. Sus dientes rememoran los años mozos de soltero. “No me había casao yo todavía cuando yo tenía caja. Mi hizo sacar los dientes mi´ama porque yo tenía unos dientes muy jodidos, muy podridos. Entonces me los hizo arrancar de doña Romelia, la señora de Franco Guerra, y entonces ella misma me cuadró la caja. Uno es muy calavera, hombe. Y se pone uno por ahí a tomar y entonces me dañaron los dientes. Esas caídas por ahí, se me perdieron los dientes. Y entonces yo los hacía cuadrar por ahí con dientecitos por ahí así”.

Esos tragos y borracheras dejan señales en la piel. Y no precisamente por los accidentes cuando se pierde el paso o cuando se cae de la bestia, pero sí por los incidentes con paisanos y vecinos que desenvainaban sus peinillas para solucionar las diferencias. Por su herida en la cara algunos le dicen que él fue muy malo. A lo que él responde, “malo fue pero el cuero que le entró la peinilla”.

La herida en la cara se debió al negocio de una peinilla (machete). “Estaba yo, pues, cuadrando un negocio que yo le debía a él. Entonces Darío Valderrama me dijo, hombre, cuándo me vas a pagar pues la platica que me debés, hombe. Hombre, pues yo hasta ahorita no tengo plata. Y era por ahí como 30 centavos. Y era una peinilla que le debía a él. Como la peinilla de él estaba más buena pues, ´taba nueva, entonces yo le hice la encime a otra peinilla que estaba más viejita”.

Estaba cerca el cuñado de Darío escuchando la conversación y de manera envalentonada irrumpió en la querella pidiendo aclaración a lo que Julio respondió: “un negocio aquí, pero espere un momentico usted que yo no tengo negocios con usted, sino con él. Entonces le chocó mucho por eso. Y dijo: ¡qué te pasó pues hombe, mogoso! Y ahí mismo me pegó una trompada, y entonces fue donde nos colgamos ahí. Y entonces me corrí un poquito pa´bajo pa la cantina de Octavio Guerra. Le dije: aguardame. Entonces me dijeron: vete más bien, home. Y me fui por ahí pa´bajo y me encontró fue así, vea, dormido. Cuando llegó y taque carajo. Entonces yo sentí fue como una pedrada que me pegaron aquí, vea. Entonces saqué la mano y ahí fue donde me la pegó aquí”.

Pedro Julio pensó que su herida en la cara sería un mal augurio o un impedimento para encontrar pareja. Él comenta: “y fui tan de buenas yo que se casaron conmigo. Me casé por ahí como de 22. Me encontré esa muchacha por ahí y me aceptó pa´casanos, y nos casamos”.

Vivió Julio 6 años en Necoclí. Se desplazó para allá en el año 2001 cuando las autodefensas irrumpieron en el municipio de Peque. Vivió allá con su hijo Pedro, al que afectuosamente le dice Pedrito. En el año 2007 retornan a Peque. “Nos vinimos ya pa´ca porque el Pedrito dijo: oiga pa. Por aquí ya no. Yo no lo dejo por aquí. Nos vamos. Pues ese siempre ha vivido es conmigo. Váyase mijo que ya después viene por aquí, y viene y me ve, y vuelve y se va. No, no. Es que por aquí no lo dejo. Entonces me tuve que venir con él”.

Y seguirá Pedro Julio con sus tijeras y su peinilla -pero de peinar- esperando a los hombres curtidos de pelo blanquecino y muchas líneas en su frente que se niegan a que una máquina corte su cabello. Es un trabajo que lo hizo hábil en su práctica y de poco esfuerzo. A su edad, no le dan un jornal, y cuando se atreve a solicitarlo, esta es la respuesta que recibe: “¿hombe, me vas a alquilar pa´ganar la comidita? ¡Usted ya no trabaja nada, hombe!”.

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