jueves, 18 de abril de 2019

AQUILINO SALAS SALAS: AQUILEO. Nos queda mucha tela por cortar


AQUILINO SALAS SALAS


Nació don Aquilino Salas el 25 de junio de 1931. En el momento cuenta con 87 años, próximo a cumplir 88. Hijo de Marcos Antonio Salas Posso y Laura Rosa Salas Guerra, primos entre sí, un hecho frecuente en la conformación de las familias de antaño cuando las relaciones se establecían, no por el gusto de la muchacha sino por la recomendación, a veces por la imposición, de los padres sobre su futuro esposo.

Don Marcos y doña Laura tuvieron 9 hijos, cinco hombres y cuatro mujeres: Teresa, Arnolda, Ernestina, Angélica, Ismael, Aquilino, Natanael, Salomón y Enerías. Don Marcos, saliéndose del potrero, tuvo otros cuatro hijos por fuera del matrimonio: Francisco, Antonio, Magdalena y José Benedo. “Me parece que un Franco Guerra, hermano de Albuino, hijo de Ilduara Guerra, parece que lo sindicaban a él (como hijo de don Marcos)”, comenta.

El segundo apellido, Posso, del padre de Aquilino es de los Possos actuales de la Vereda Las Faldas. “Lo más gracioso que me parece, es saber el nombre hasta del tátara tátara abuelo por mi papá. Él fue el que me dio a conocer ese origen”, dice Aquilino. Era Marcos Antonio Salas hijo de Francisco Antonio Salas Valle y Maria del Rosario Posso; Francisco Antonio Salas era hijo de Celestino Salas (Aquilino no recuerda su segundo apellido), y Celestino Salas era hijo de Hilario Salas. Con los años actuales con los que cuenta Aquilino más cuatro generaciones antes estamos retrocediendo en el tiempo aproximadamente 200 años.

Por el árbol genealógico de su madre no recuerda casi nada, “es que ni recuerdo, tal vez sería Alejandro Salas que llamaba el papá de mi mamá…y Amalia Rosa Guerra (…) ella, Laura Rosa, era como sobrina de un Aldemar Guerra y Manuel Guerra, apodado Manuel Lazo. Le dieron ese nombre porque en ese tiempo la repartición de fincas la hacían, la medida no era un metro, sino un lazo. Entonces él dizque fue uno de los peritos de una partición aquí en esta finca de San Juliancito. Heredó pues ese sobrenombre porque sería él el que cargaba los lazos”, comenta.

Aquilino y su padre Marcos Antonio Salas
Aquilino Salas cree que nació en la finca El Madero, de la Vereda El Aura, al noroccidente del municipio a tres horas de camino del casco urbano. Estuvo en la escuela cuando tenía 14 años y solo estuvo seis meses allí. Dice que los padres de familia cometen el error de querer que los hijos hagan lo que fueron ellos.

El conocimiento de las letras y los números se los debe gracias a su madre Laura Rosa. Recuerda, “mi mamá nos enseñaba a Ismael y a mi…Ismael era como más rebelde. Nos enseñó a leer las propias letras (…) recuerdo patentico que yo la primera palabra que yo ajunté fue la palabra n-u-e-v-o. Cualquier día encontré yo un nuevo testamento, uno pequeñito así, y en la pastica me puse a ver, a juntar letras ahí, entonces yo empecé n-u-e-v-o. Entonces ya la dije: ¡nuevo! Esa era primer palabra”.

Don Aquilino en su memoria vuelve a su infancia y recuerda a su madre Laura en su papel de maestra. “Lo gracioso de cuando mi mamá nos enseñaba, ella nos ponía las tareas pa leer y luego nos tomaba las tareas. Ismael, como era más rebelde, y no le gustaba el estudio, entonces mi mamá nos regañaba, o a él que no daba la tarea. Entonces decía él: a mí no me gusta eso, a mí demen un azadón pa´trabajar (remedando el tono de voz). Y yo como me gustaba el estudio, yo me aguantaba calladito y seguía bregando”.

Había en esos tiempos un folleto grande con el cual se aprendía a leer. No está seguro de su nombre pero cree que se llamaba Citolegia. “Yo aprendí a leer ahí. Ahí enseñaba mucho la ortografía. Tenía unas palabras muy largas, decía semipelagianismo; y ahí decía la forma de leer. Decía que después de punto final se suspendía la lectura como si temiese leer lo que sigue (…) me gustaba mucho leer. Yo encontraba en ese tiempo un pedazo de Colombiano, por ahí todo sucio, hasta de caca será, y yo cogía esos mochitos de papel y podía leelos”, dice.
Texto Citolegia con el cual Aquilino mejoró su lectura


Los seis meses que estuvo en la escuela los estudió en la escuela urbana. “Yo no sé cómo me trajo mi papá. Vivía mi tío Justiniano donde es la casa pastoral ahora, (de la iglesia Presbiteriana) y verdad, estudié seis meses. En el campo no había una escuela mejor dicho; si acaso habría escuela en algún corregimiento”, recuerda. El primer maestro de don Aquilino fue Guillermo Calle. El segundo maestro fue Miguel Suárez, padre de Cochise, el esposo de la maestra Deisy Guerra.

No faltan los pormenores de salud que hacen cambiar el rumbo de la vida de cualquier persona. “Estando estudiando yo me enfermé mucho. Entonces mi papá me llevó a Cañasgordas a haceme formular. Salíamos en bestia hasta Uramita. Y por ahí por donde está Pocholín vivía un señor Ismael Restrepo que era el médico aquí. Era el que algún herido, ese era el que lo remendaba (no era médico titulado). Tenía unas cositas ahí, unos frasquitos ahí de medicina, y ahí tenía pues la droga él. Y entonces me trajo él pa´ceme aplicar unas inyecciones que me formularon en Cañasgordas. Ese señor me aplicaba las inyecciones y yo me alenté. Entonces mi papá me llevó pa´la montaña otra vez a trabajar. Mi mamá era la que decía que mi tío Justiniano le había dicho a mi papá: déjeme ese muchacho que yo le doy el estudio. Y él no quiso”, lo recuerda con un poco de nostalgia.

Conoció Aquilino Salas a Virgelina Tuberquia, su esposa, cuando los padres de ella la enviaron a Peque, desde la Vereda San Julián de Barbacoas, para aprender la sastrería. El tutor de ella era don Tulio Valle. “Estando aquí nos distinguimos, pues yo le manifesté, no le caí mal. Ella aprendió la sastrería, luego se volvió a ir pa´la casa y se puso a trabajar, cosiéndole a toda esa gente por allá (…) ya quedamos fue como novios. Yo quedé visitándola cada dos meses. Yo iba el sábado, me quedaba el domingo y el lunes volvía y arrancaba. Duramos dos años de novios. En esos dos años le hice doce viajes”.
Aquilino y su esposa con su primer hijo
Al lado de doña Virgelina, don Aquilino también se hizo sastre pero no le gustó el trabajo. “Uno empleaba por ahí cualquier recurso comprando forro, hilo, botones y todo eso. Hacía uno un pantalón muy contento dizque porque el domingo lo iban a sacar, y ya ve hombre, duraba un pantalón hasta de a dos y tres meses y el dueño sin aparecer. A lo último ya me decepcioné ya porque empezó a venir de una vez la ropa confeccionada, y ahí sí que menos”.

Época de la violencia
Cuando empezó la violencia contaba don Aquilino con 18 o 19 años. Al principio muchos campesinos continuaban en sus labores agrícolas porque no había incursiones de la policía ni de la contrachusma. Pero en la parte final de ella, ante la arremetida de la policía y la contrachusma muchos de ellos se vieron obligados a esconderse, a huir o a engrosar las filas de las guerrillas liberales. “Ya llegó una comisión que se instaló aquí en el casco urbano, y ya uno joven, sintiéndose pues dizque hombre. Entonces yo le dije a Ismael: esta gente se apoderó aquí del pueblo y va a echar a comisionar por las montañas, y encuentra a uno por ahí descuidao, por ahí lo salen matando así facilito. Yo me voy a ir pa´la guerrilla, yo me voy a meter a la guerrilla. Y entonces a él le pareció también buena idea”.

Uno de los comandantes de la zona era Pedro Mazo, cuñado de Aquilino, esposo de Arnolda. Tanto él y su hermano recibieron del comandante, como dotación, escopetas de chispa. “El que comandaba aquí propiamente como de más rango era Azulejo; ese era muy candelero. Él era de por aquí de Renegado. El nombre de él era Juaquín Guerra. A la persona le buscaban el nombre según su aspecto, su fisonomía o su ánimo (así surgían los alias de los guerrilleros)”, recuerda. En la tropa, Aquilino era conocido como Chaparral. Él mismo, con hilo, puso en su camisa este alias por lo que sus compañeros no tuvieron necesidad de buscarle un nombre para identificarlo en la tropa.

En una de las comisiones en las que participó don Aquilino fue hacia Urama, por El Poal, y regresando por San Benito, San José de Juntas y pasando a Urarco. Una jornada de tres días y sin comer. Se decía que en Urama había un cuartel de policía o contrachusma. Se pusieron de acuerdo los comandantes para ir a atacar ese cuartel, no solo de Peque, sino de varios lugares, “allá nos ajuntamos 520 hombres. Allá estaba un capitán gordo que era de por allá de Urrao (…) A mí me dejaron en cierto punto como de seguridad (de regreso). Si iba el enemigo ahí, ahí se les disparaba, y ya los que estaban en otra parte también se alistaban para ver qué era lo que pasaba”, asegura.
Posa para la foto con fusil y gorro prestado
de un soldado amigo


La mayor preocupación de los chusmeros era mantenerse con vida, no había preocupación por el alimento porque no había. De vez en cuando en alguna comisión se probaba la carne, sin sal, por el sacrificio de un animal arrebatado al enemigo. Así lo describe Aquilino: “tres días sin comer. De allí de Urama mataron una novilla y nos repartieron de a libra de carne envuelta en unas hojitas. Me la amarré aquí (en la cintura), envuelta en esas hojas, y al andar por ahí por cerradal, por rastrojo, por medidas de seguridad no podía andar por los caminos, y a medio día esa libra de carne boliando ahí pelada apenas que amarrada con la cabuya (risas), se le había acabado la hoja. Y que no se podía prender candela en el día que por ahí se veía el humo, y que de noche también se veía la luz”. Cuando se podía encender una fogata en el transcurso de una comisión, el tiempo y el peligro no permitía hacer las cosas bien, y cuando la carne se ponía en un palo para asarla, lo que se conseguía era ahumarla, pero así se consumía.

La dentadura natural y en buen estado era una ventaja para quien hacía parte de las filas. Así mismo ir en la retaguardia daba otras probabilidades. “Por ahí llegamos a unos cañaozales, pero los que tenían dentadura buena, pues muy bien, pero yo le que hacía era machacar y chupar. Los lanteros se comían las naranjas, los bananos que encontraban por ahí maduros, por ahí en esas cementeras por ahí de paso. Y los traceros, nos comíamos las cáscaras”, asegura.

La sal en la época de la violencia era un recurso de muchísimo valor. Quien la tuviese, tenía la posibilidad de preparar una sopa rápida con ausencia de granos, verduras y condimentos. “Cuando llegaba a ciertos puntos que había agüita, entonces cogía una hoja y hacía una copita así, le echaba un sentidito de sal y me lo bogaba. Y esa era pues toda la comida, ¡oiga! Esa era la comida, y de no echarle más nada y de aguantar hambre, a lo último lo que nos agarraba era un curso”, recuerda.

Hubo una comisión en la que Aquilino no pudo participar por cuestiones de salud. “Llegamos a una vereda que llama la Llorona (al occidente de Los Llanos), y así pasamos la noche todos emparrandaos y tomando caldo ´e vaca sin sal. Y ahí fue ´onde yo salí y era yo cada ratico pa´un lado del camino, metiéndome a hacer las necesidades…y mal, como se dice, suelto el estómago. Y sabiendo que la jornada era de días, no era de aquí a allí. Imagínese que era pa´subir a Paramillo y bajar por ahí y salir por los lados de Dabeiba, un punto Chambuscaos. Entoces, si yo me voy así lo que me salgo es muriendo por allá. Yo bien débil, ahh, y pa´guantar hasta sin comer. Eh, no voy, yo me voy a devolver. Me hice a un lado del camino, hice la necesidad (…) y yo me devolví”.

Los hombres de las filas que se hacían arrestar (disciplinar) por los mandos por alguna circunstancia, eran encomendados a Aquilino para que fuesen a hacer retén en un punto llamado la Esperanza, arriba de San José.

Fusil grass. Este tipo de armas en algunas ocasiones
eran arrebatadas a la policía y a la contrachusma
Otra de las comisiones en las que participó Aquilino fue a Pocitos, “donde hirieron a Azulejo y mataron a otro apodado El Perro”, asegura. El operativo estuvo mal coordinado ya que fueron los mismos compañeros quienes hirieron con un grass a Azulejo en el muslo. Rodearon una casa de cancel y dispararon sin tener en cuenta que los proyectiles traspasaban la casa de lado a lado; uno de estos hirió al Azulejo. “Ese señor sufrió mucho. Del Aura se lo llevaron para abajo, para El Higuerón, en una trojita por allá (…) que va y de pronto una comisión no lo encontraran por ahí herido y que lo acabaran de matar. A lo último se le canceró esa herida hasta que a lo último… (ya se sabe el final)”, comenta.

El difunto Azulejo era sin agüeros, era muy candelero. En una noche se vino de Boquerón con Ruben, Aquilino y otro. Se aproximaron por los potreros y rastrojos por donde hoy queda el caserío JD y el potrero de Walter Hernández. El Azulejo pidió a sus compañeros que lo esperasen, no les pidió que lo acompañasen ni mucho menos que le cubriesen la espalda. De manera furtiva subió por la calle Nariño … y de buenas para la policía y de malas para el chusmero, que ninguno de ellos le dio papaya. Tenía la policía el comando de operaciones en lo que hoy es la iglesia presbiteriana. En la parte de afuera tenían sus trincheras con piedras.

En aquellos tiempos no había ni médicos ni enfermeros en medio de la tropa. La chusma liberal no tenía acceso a los analgésicos  y sedantes. Los heridos en acción tenían que padecer el rigor del dolor mientras sus compañeros los cargaban al hombro o en barbacoa hacia lugares seguros, apartados del enemigo, para que se recuperasen, o en el peor de los casos, para que muriesen.

Comenta Aquilino que el arma que cargaba en la violencia era una carabina de 18 tiros la cual la tomó el difunto Perro de uno de los contrachusmeros que venían por los lados de Sabanalarga. Estos se quedaron sin munición en un cafetal porque hacían muchos disparos para asustar a la gente olvidando que se podían quedar sin munición. “El contrachusmero apenas vio al difunto Perro, dizque lo encañonó, pero no tenía pertrecho y el difunto Perro no le comió carreta y se le fue a machete y ese hombre de susto dejó la carabina”.

A la policía acantonada en Peque y en Los Llanos no le quedaba fácil movilizarse ya que los chusmeros montaban retenes en sitios estratégicos. Había cuartel en Las Lomas, retén en Boquerón (el filo al frente del pueblo), en Popal, arriba de San José. La policía de Los Llanos recibía el mercado de Ituango y estos traían la parte del mercado a la policía de Peque. El primer “queme”, asalto, que le hizo la chusma a la policía que bajaba de Los Llanos fue en Las Faldas en el sitio conocido como Las Tapias, sitio de propiedad de Juaquín David, padre de Enrique David.

Cena familiar conmemorando sus 87 años

En la violencia los caminos se abandonaron cubriéndose de rastrojo. Para evitar sorpresas, la policía de Los Llanos, con ayuda de los contrachusmeros, rozaron el camino, formaron rollos de rastrojo y los rodaron hacia abajo sin percatarse que le estaban haciendo un favor a los chusmeros al cubrir y ocultar los huecos y cuevas desde los cuales eran vigilados. El trabajo estaba coordinado entre los chusmeros que se ubicaban en El Tablazo y los que se encontraban dispersos por el camino de Los Llanos. En El Tablazo estaba Alejandro David, alias Sanchecerro. Se le encomendó a Sanchecerro, como señal para los chusmeros que estaban ocultos en el camino de Los Llanos, extender una sábana blanca cuando la policía partiese de Los Llanos hacia Peque. Llegó el momento de aplicar el santo y seña, y Sanchecerro no solamente extendió la sábana sino que se largó a silbar lo cual puso en alerta a la policía. Sin embargo la policía siguió adelante, “y Pedro Mazo les quemó uno y no pudo hacer más porque la escopeta se le encascaró, era una escopeta grass, que era de manubrio como un grass. Y Dominguito, ese martilló y no le dio fuego la escopeta, y ya tuvieron que volasen”, agrega.

Una anécdota graciosa de guerra que recuerda Aquilino es aquella en la que montando guardia con un chusmero conocido como Cartagüeño, en uno de los huecos de vigilancia por los lados de Popal. Éste, sentado con los codos apuntalados en los muslos, las manos sosteniendo sus mejillas y los ojos abiertos mirando al frente, permaneció largo rato en esta posición. Sorprendido estaba Aquilino al ver a su compañero de guardia aguantar tanto tiempo con la atención fija hacia el horizonte. “Yo ya cansao de estar parao, y ese hombre en esa posición, ehh! ¡Que hombre si que aguanta en esa posición, hombre! Me le asomo por debajo, y era una lunita algo pardita pero se veía. Me le asomo, hombre pero dooormidoo. Cojo una pajita y le hago así (en la nariz). Y el hombre, sniff, sniff. ¡Oiga!, ¡yo que me moría de la risa!”, lo recuerda con risa.
Con su esposa Virgelina


Hubo un dragoneante del ejército de apellido Rodríguez, que por cosas del amor o del destino le tocó enfilarse en la chusma. En las filas de la guerrilla liberal le fue dado el rango de teniente. Cuando este dragoneante pagó su servicio militar venía a visitar a Peque a Oliva Hurtado, hermana de Toño Chumbimbo. Estando en amoríos con Oliva no pudo regresar a su casa porque en Uramita había retenes y quien se atreviese a movilizarse terminaba muerto. El reservista no tuvo más opción sino que “preguntó dónde estaba la guerrilla, y ellos estaban al frente de Iracales (al otro lado del cañón) en un sitio que llama Algarrobal. Entonces se fue pa´lla. Como quien dice, ya me tocó quédame por aquí”.

El teniente Rodríguez era malo o se hizo malo. Mató a Kico Chancí, llamado León de Apure, en el parque por donde se encuentra la imagen de la India Peque. “Con ese fusil le martillaba a ese señor, y ese señor amasaito así de las manos pa´tras (el arma no daba fuego) – Mi teniente, ese pertrecho está frío – Entonces había otro soldado ahí de los que se habían salido con fusil (por estos lados, algunos soldados se habían volado con los fusiles y se metieron a la guerrilla). – ¡Mi teniente, dispare con este que este no niega candela ni en los infiernos! Oiga, de verdad. Lo que pasaba es que parece que ese señor como que sabía cosas,  el fusil de ese Rodríguez no estaban cruzadas y el otro tenía las balas cruzadas y entonces ahí si cayó”.

Sindicaban al León de Apure de quedarse con el pertrecho, o sacar parte del pertrecho, que mandaban de afuera para los liberales con él. Lo sindicaban de que vendía el pertrecho, incluso a las misma guerrilla liberal. “Entonces por eso le cogieron falla, o lo vendía, o sí. Entonces por eso lo mataron”.

Todo hombre malo tiene su fin y el del teniente Rodríguez fue en una comisión que se envió a Guacharaquero incluso cuando la situación estaba ya buena. “Ya el tiempo arreglado. Como es que meten una comisión dizque pa´Guacharaquero por allá dizque a donde unos godos que habían por allá. Más ni nada había. Por allá los cogió la policía y la contrachusma y de allá los derrotaron. De lejos se disparaban. Él como muy guapo ´izque se paró derecho ´izque a´cele sonar una pistola, a disparales con una pistola como pa´que oyeran que sí tenían con qué. Y ahí mismo llegó una bala del enemigo, y dice Ismael que hasta paró las patas cerquita de él. Algunos compañeros salieron con él arrastrándolo pa´no dejalo ahí…y verdad, a él lo trajeron”.

Cuando terminó la época de la violencia y asumió la presidencia el general Gustavo Rojas Pinilla, este convocó a los guerrilleros liberales a que se presentasen con el propósito de brindarles amnistía. “Sé que el comandante que se presentó con nosotros fue Miguel López, El Aguilón. (Él vivió con Elda López por aquí en Las Faldas. Él era de por allá debajo de Montarrón). Nos presentamos con las armas, con lo más malo, un arma en dos pedazos: la cacha separada de la caja. Eso lo recibían ahí y eso lo llevaban pa´ presentalo por allá. A nosotros nos llevaron, entonces nosotros nos fuimos con el ejército. De aquí fuimos a Juntas, eso era a pie. Ahí en el camino a uno mismo, de los guerrilleros que iban a presentarse les ayudaba a cargar el armamento. Amanecimos en Juntas en el cuartel de los soldados que había allá. De ahí nos madrugamos, nos fuimos hasta Uramita y ahí nos montaron en carro, en jaula, nos llevaron a Medellín. Ahí nos tuvieron como 20 días. Estábamos era aguantando hambre allá”, asegura.

En tiempos de paz, Aquilino probó su agudeza de tiro en una ocasión. “Habían unos soldados y Perrunga siguiendo una garza. Los soldados le disparaban con unos fusiles y no le apuntaban. Entonces yo salí por ahí cuando ¡oiga, venga hombre! Y Perrunga estaba cargando la escopeta. ¡Hombre, usted dizque tiene puntería! Bastante alto estaba la garcita por allá. Una escopeta de chispa desde que esté bien asestada, lo que uno cobije con esa mirita, ahí es. Y al momentico pal´suelo”. La garza estaba en unos árboles grandes y gruesos por la parte de encima por donde hoy es la casa de Walter Hernández, Cuzco.

Libreta militar de Aquilino
Otras ocupaciones
Desde los años 60, el municipio contaba con planta hidroeléctrica que proveía el alumbrado público para el casco urbano. La planta se encontraba en los terrenos donde hoy se encuentra el hostal de Diego Peque Rua (Perma). Esta planta solo se encendía al anochecer para encender los bombillos que se encontraban al interior de las casas. Aquilino Salas uno de los operarios (plantero en ese tiempo) de ella. “Y eso era una lucecita, que eso, la dominaba una plancha. Por donde ponían una plancha pa´planchar, ponía la luz más opaquita. Era prohibido tener una plancha (…) por las calles no se veía un bombillo”, recuerda.

El tiempo fue pasando y se pensó en una planta de mayor potencia, una, que además de alumbrar los hogares también alumbrase las calles y sirviese para conectar una plancha, un fogón eléctrico, una nevera o un televisor. Se inició el proyecto haciendo la sequia (viaducto) desde la bocatoma en la parte alta de la quebrada hasta el frente de la vieja planta. Aquilino trabajó como obrero en este proyecto aproximadamente ocho meses. Aunque Sacramento, citador de la alcaldía, conociendo que el ingeniero encargado del proyecto era un poco chupasangre, le dijo a Aquilino que si aguantaba ese primer día de trabajo no aguantaría el siguiente. A los dos días le preguntaron al ingeniero como le había ido a Aquilino y este dijo que era el mejor trabajador que tenía. Construido el proyecto, también laboró Aquilino como operario de la planta.

Muchos recuerdan al encargado de encender y apagar las luces caminar por las calles del pueblo con una vara larga para subir y bajar las cuchillas en las esquinas a las 6 de la tarde y a las 6 de la mañana.

Otro de los cargos desempeñados por Aquilino fue el de guardián de la cárcel del municipio. Llegó a este cargo porque Jorge Carvajal, que era guardián, lo recomendaba para que lo reemplazase en las vacaciones. Los otros guardianes también lo pedían para que les hiciese sus vacaciones. Jorge Carvajal renunció entonces posesionaron a Aquilino en el cargo. Trabajó diez u once años continuos. Otros guardianes que trabajaron en diferentes temporadas con él fueron Ovidio Torres, Cesar Torres, Rigoberto Torres, Heriberto Pimienta, (Güeveto) y William Guisao
Descansando, luego de un rato de trabajo

De Heriberto recuerda la siguiente anécdota: “no había papel higiénico, y entonces le cogió una necesidad y no encontró más sino que se llevó una orden de libertad y se limpió la nalga con ella. Y entro yo cuando… ¿hombre, esto no es orden de libertad? Le digo, hombre, ¡vos como que te limpiates la nalga con una orden de libertad! ¡hombe, yo no sé qué vas a hacer pero, te vas a encartar porque yo tengo que decir que fuites vos! Yo lo que le dije fue: vas y la limpies bien y la volvas a colocar aquí; por malas vienen y nos preguntan por esa orden de libertad y que no aparezca, y ve que aquí nos vamos a embalar. Él la limpió, quedó como algo manchada pero él la metió en las otras órdenes”, se ríe mientras lo narra.

De los hombres bravos que recuerda Aquilino que haya estado en la cárcel es a Octavio Guerra. “Ese que se le enfrentaba hasta a la policía.    No le faltaba un revólver en el carriel. _ ¡Una requisa! Haber abra ese carriel _  y hay mismo dizque lo sacaba.  _Haber, ¿quiere que cambiemos?_  y ellos no podían proceder así; y si lo iban a coger, entonces él les quemaba. Entonces se iba yendo (…) y era sequito de risa”.

Para Aquilino son 87 años de historias que al narrarlas lo trasladan en el tiempo volviendo a ser joven, hábil y fuerte. Se recrea en esos paisajes de campo, caminos, ríos, selva, animales. Dialoga con esos personajes, chusmeros, campesinos, soldados, jornaleros. Todo vuelve a la vida en la  mente de este personaje. Y le queda mucho por narrar porque se despide diciendo: “nos queda mucha tela pa´cortar, mijito…y divertida”.

Genealogía
Marcos Antonio Salas Posso y Laura Rosa Salas Guerra fueron padres de Teresa, Arnolda, Ernestina, Angélica, Ismael, Aquilino, Natanael, Salomón y Enerías. 
Fuera del matrimonio, Marcos Marcos Antonio Salas y doña Rosahelina Mazo fueron padres de Francisco Mazo, Antonio María Mazo y Magdalena. Con doña María Chancí don Marcos Salas tuvo a  José Benedicto. También se dice que Albuino, hijo de Ilduara Guerra, era hijo de Marcos Salas.

Teresa Salas fue madre de Eliseo, Crisanto, Alicia, Leticia, Oscar Omar, Aníbal, Edith Nelly, Gladis
Ernestina Salas fue madre de Conrado, Flor Angela, Jacob, Laura Eugenia, Astrid y Geiber.

Arnolda Salas, casada con Pedro Luis Mazo, fueron padres de Israel, Franquelina ( fallecida ), Blanca, Edelmira, Raúl, Epifanio, Resfa

Angélica Salas fue madre de Berta, Lucía, Omaida, Zulema, Jabdiel, Giovanny, Wilmar y Yolanda.

Salomón Salas, casado con doña Luz Ángela Salas, fueron padres de Víctor Manuel, Solmira, William Arturo, Laura Eugenia, Juan Ignacio, Luz Mardelly, Samir Alonso. Fuera del matrimonio, Salomón Salas y doña Sibarita Salas Mazo fueron padres de Nulber Salas. Así mismo, con doña Jose Fina Montoya fueron padres de Gardo Salas.

Natanael Salas, Casado con doña Orla González (primera profesora de la vereda El Aura), fueron padres de Clara Elena. Fuera del matrimonio, Natanael y Maria Dolores Salas (más conocida como Lola, hija de Arcadio Salas Puerta y Carlina Salas), quien vivió en Urabá, fueron padres de Emidio Salas, Isolina Salas y Blanca Nury Salas. Ellos actualmente viven en la vía que va hacia San Pedro de Urabá. Natanael Salas, trabajando en el municipio de Cáceres, con la señora... tuvo a Keyner David Chávez

Don Marcos Antonio Salas tuvo los siguientes hermanos Marcos: Luis María y Juaquín Emilio (esposo de Rosana, papá de Arcadio Salas Carvajal); Rosa esposa de don Justiniano Salas; Felicia, esposa de Rosendo Salas.

A la muerte de la primera esposa del papá de don Marcos Antonio Salas, este vuelve a contraer matrimonio teniendo los siguientes hijos, los cuales vienen a ser hermanos medios de don Marcos Antonio Salas: Angela Salas Jaramillo esposa de don Daniel Carvajal; Adán Salas Jaramillo, Luis Lealdo Salas Jaramillo, Esaú Salas Jaramillo (murió joven), Carlina Salas Jaramillo (esposa de Arcadio Salas Puerta), Maria Florinda Salas Jaramillo (esposa de Luis Giraldo), Ángela Salas Jaramillo, Belarmina Salas Jaramilo , 



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ADRIANO GRACIANO HIGUITA   - ¿Cómo dice aquí? - le pregunta alguien mostrándole un sobrecito de azúcar. – ¡Azúcar!- responde Adriano m...