martes, 19 de diciembre de 2017

JOSÉ ISIDRO: LA VIDA TIENE MUCHAS HISTORIAS

JOSÉ ISIDRO DAVID HIGUITA

Reposando en su casa en las afueras del pueblo en la navidad del año 2017
luego de una temporada en la ciudad de Medellín
.
Nació José Isidro el 20 de septiembre de 1924 en el sitio conocido como Toldas de la actual vereda La Nueva Llanada. Describe José este tiempo como “una época muy aparte de la persona tener como pensamientos de ser doctores, estudiar”, aludiendo a las casi inexistentes oportunidades que había para el estudio.

Procede José de una familia de ocho hermanos siendo él el penúltimo, y el último en contar con vida, “pa´cabase la raza de brutos”, dice él de manera jocosa. Cuenta don José en el momento con 93 años.

Dice que cuando fue a la escuela, “apenas me iba a quitar una bata que la usaba uno hasta la edad de diez años”. La bata o funda la usaban los niños; era la única prenda de vestir que usaban los hombres hasta cierta edad y don José no recuerda si con ella llevaban ropa interior. Cuando ingresó a la escuela le dijeron que así no fuera, que debía usar pantalón.

Entre los profesores que recuerda José esta la maestra Dolores Restrepo y afirma que casi todos los maestros de esa época venían de Ituango. “En ese tiempo no es como ahora que estudian juntos, mujeres y hombres”, agrega. Recuerda que los hombres estudiaban aparte y las mujeres aparte; que los hombres no le podían dirigir la palabra a las mujeres y los maestros no le podían enseñar a las mujeres ni las maestras le podían enseñar a los hombres.

Realizó sus estudios primarios, hasta el grado quinto, en la escuela del pueblo. Quienes tenían mayor capacidad económica migraban hacia la ciudad para continuar sus estudios secundarios y universitarios. Los compañeros de escuela de don José, luego de terminar el grado quinto, lo invitaron para seguir en Medellín “pero mis padres no eran aficionados porque el padre mío no aprendió nunca a firmarse”, dice. Luego agrega, “yo aspiraba, a mí me gustaba el estudio, pero yo no pude, medio practiqué alguito porque cuando ya salí del quinto de primaria el señor Jesús Valle me dijo que si iba a estudiar más, y yo le dije que dónde pues”.

Se refiere don José a los de su época como “los de la primera generación” y dice de ellos que no les gustó estudiar y que por eso aún hay analfabetas, que no se saben firmar “y ya están pa´morirse, también”, agrega.
Viendo don Jesús Valle que José Isidro no tenía dónde estudiar en Medellín, entonces le prestó los libros y le daba explicaciones con el fin de que don José encontrase un trabajito. “casi todos los días iba a donde él y le preguntaba, ¿qué quiere decir esto?, y él me explicaba qué quería decir”. Los libros prestados a José Isidro eran sobre leyes y abogacía, como dice él. En palabras de José, don Jesús Valle no había estudiado pero había practicado mucho el conocimiento de los libros condición que lo llevó a ser alcalde de Peque durante mucho tiempo.
Ejerció José Isidro en su época varios cargos públicos. El primer puesto que ocupó fue de Corregidor (posiblemente nombre y cargo anterior al de inspector) del Corregimiento de Barbacoas. “Yo no sé por qué, no me acuerdo por qué resulté yo en ese punto habiendo yo estado en Uramita manejando un almacén”, se pregunta.

Trabajó administrando un almacén en el municipio de Uramita durante seis años. Dice que ese almacén era del Transporte Gómez y que los dueños del almacén eran los señores Rafael Gómez y Eduardo David, un primo hermano suyo. Afirma que estuvo allá gracias a las recomendaciones que dieron sus amigos aquí en Peque “como persona responsable, pa´llevar contabilidad y pa´ponele cuidado a las trabajadoras si de pronto le echaban mano a un peso pa´robáselo”, dice.

Luego de regresarse de Uramita y encontrándose sin empleo –por casi un mes- en su casa del Cielito, pasó don Miguel Tamayo (el administrador de rentas del pueblo), un amigo suyo, aunque conservador y le dijo a José que se preparara que lo iba a mandar para Barbacoas. “Como el gobierno era conservador, era muy colega con el alcalde y no era sino hablar con él y me metieron al medio y yo de varao también arranqué, me fui pa´ya y allá me estuve siete años, de corregidor”.
Vieja máquina de afeitar que lo ha acompañado durante los últimos 30 años.
Aunque tiene maquina de afeitar más reciente, sigue siendo ésta la preferida.

Los salarios en ese entonces eran muy bajos, solo se recibían seis o siete pesos al mes, “y con eso comía uno y le lavaban la ropita”. Allá en Barbacoas estuvo como corregidor hasta que se inició la violencia política de Laureano Gómez, “en calidad de liberal, y el gobierno contrario, pa´fuera, nos echaron”, recuerda José. Ambos salieron, él y su secretario, don Jesús Giraldo, hermano o tío de doña Lilian Giraldo -don José no está seguro.
Dice José que pasada la violencia política, el doctor Bernardo Guerra sonaba como presidente del directorio liberal de Antioquia y que con él podía recuperar su puesto de Barbacoas ya que había sido echado sin justificación, “hasta que de pronto cualquier día le dio a él por venir y me vio y me dijo: José vení, hombre te necesito”, comenta José.

Aunque no tuvo la oportunidad de conversar con Bernardo Guerra por lo asediado de sus seguidores, a los ocho días lo llamaron y le pidieron que se presentara en la gobernación, “pa´la posesión de inspector para Llanos de Urarco”, dice. Asegura José que para allá no iba ninguno porque le tenían miedo a esa gente porque mataban a todo inspector que fuese para allá, que si no lo mataban lo mandaban herido.

Del abogado al sombrero, José Isidro se posesionó y recuerda, “si voy a vivir días, allá paso un poco´e tiempo, y si me voy a morir, pues apenas llegue me traen en barbacoa pa´Peque”. Arrancó para Llanos de Urarco y dice que cayó como pedrada en ojo porque todo el mundo lo saludaba como don José, tanto las señoras como los pesados, y los bravos también; “hombre, y me salí estando allá seis años”, lo dice con gusto.

Recuerda José Isidro que luego de Llanos de Urarco fue trasladado como castigo para Pavarandó Grande, municipio de Mutatá gracias a una falsa afirmación, “en una campaña, sería para presidente o gobernador, yo no sé, y que le había hecho yo política al candidato contrario, no al del partido liberal”. Solo estuvo como inspector allí un año porque el calor como el mosquito le eran insalubres y luego fue trasladado para Barbacoas, nuevamente.

De su inspección en Barbacoas recuerda a los señores Hermógenes Duarte y a Vidal Torres y los nombra como “Los Propios Legítimos” ya que era a quienes se respetaba como "bravucones" y los dos usualmente se enfrentaban con cuchillo en la mano. Cuando José llegaba les decía, “sepárense que el peligro es para ustedes. Y prontico el uno pegaba pa´lla el otro pa´lla. No peliaban”.

José dice que Barbacoas es el corregimiento de las caratejas porque todas esas mujeres eran caratejas, que era muy poquiticas las que no tuvieran una que otra pinta.

Para el cargo de inspector, se le daba al funcionario en ese entonces un arma de dotación, usualmente un revólver, pero José Isidro lo dejaba en la oficina, “yo no cargaba eso; yo me ponía a pensar, ponese uno a cargar eso, le daña el corazón y de pronto hace un daño fácilmente, y por eso yo no lo cargaba”.

Después del tiempo de la violencia, estuvo Isidro mucho tiempo desocupado y le parecía que era bueno y que era capaz de aceptar el puesto de correo departamental de Peque a Uramita. En aquellos tiempos no había carretera por lo que las personas se trasladaban a pie o a caballo entre ambas poblaciones. El cargo de correo entre Peque y Uramita le parecía bueno a José por el pago: 70 pesos mensuales.

Alcanzó José el cargo de correo y le tocaba salir a pie a Uramita dos veces por semana. Recuerda que él salía de Peque, “con un costal a la espalda lleno de papeles, de plata, de carajadas ahí”. Salía de Peque a las tres o cuatro de la madrugada para estar a las cinco de la tarde en Uramita. El trabajo fue tan difícil que solo aguantó dos meses, “me cogían unos inviernos en esa cordillera, y llueva, y yo con el tercio a la espalda y un revolver terciao por aquí por delante”, agrega.

Y era que en aquellos tiempos, al que ejercía como correo, le daban arma de dotación como prevención frente a los posibles vándalos y asaltantes de caminos que trataban de apoderarse de lo que llevaba el correo. Con tristeza dice, “el trabajo más duro en la vida que yo conocí fue ese”. Salía los lunes y regresaba al día siguiente martes, descansaba el miércoles y el jueves para salir de nuevo el viernes y regresar el sábado. Recuerda, “me tomaba el tinto a las cuatro de la mañana en Uramita, me echaba el tercio a la espalda, y venía a desayunarme a Juntas. Entonces en Juntas me tomaba el desayuno y agarraba esa subida pa´entrar a la cordillera. A medio día estaba en la cordillera. Aquí llegaba a las seis o siete de la noche. Nada tengo de eso, pero sufrí mucho”.

Comenta don José que el cargo de correo lo llegó a ocupar gracias a la amistad que tenía con el empleado que estaba en la oficina. Dice que para ese cargo necesitaba fiador porque en el correo se llevaba la plata que mandaban de aquí para afuera y la plata que mandaban de afuera para Peque. Si el correo se robaba la encomienda entonces al fiador le tocaba pagar.

Pocas veces contó don José Isidro con una mula que lo transportara a él y al tercio del correo. Dice, “cuando los blancos iban pa´Medellín que dejaban las bestias ahí, yo me encasquetaba”. Con la expresión “los blancos” don José se refiere a los hijos de don Pacho Guerra y a los comerciantes, bien por el color de piel o bien por el dinero que tenían.

También don Isidro fue secretario del concejo, aunque pagaban muy poco, trabajó mucho tiempo. Así mismo fue secretario del juzgado y dice que pagaban un poquitico más y trabajó tres años. En ese tiempo el juez era don Justiniano Salas y José dice que “aunque no había hecho carrera manejaba esas cosas”. También trabajó con el municipio en el matadero. Además fue operario de la planta eléctrica del municipio durante tres años. Finalmente fue guardián de la cárcel durante dos o tres años.

Se enorgullece José Isidro porque tuvo historia pero no por ladrón ni por asesino. “No me gustó coger lo ajeno nunca”, manifiesta.

Termina la lista de trabajos don Isidro y dice que le administró un negocio de mercancía al primo Eduardo David con el que trabajó en Uramita. Trabajó con un señor Eduardo Castaño de Medellín como dos o tres años administrando un bar con billares en el lugar donde ahora está Martica Hernández. Trabajó mucho tiempo con el señor Jesús Vélez en el lugar donde ahora queda el directorio liberal, allí quedaba un local de cantina.


La vida tiene muchas historias”, dice don José Isidro al finalizar todo el recorrido de su vida en 50 minutos que duró la charla.

...y terminó don José Isidro todo el recorrido de su vida dejando el mundo físico el 11 de septiembre de 2018. QPD

lunes, 18 de diciembre de 2017

JOSE MARÍA VÁSQUEZ - CHEMA: ENTRE CUEROS Y REJOS

JOSÉ MARÍA VÁSQUEZ

José María Vásquez, Chema. En su casa taller hace y repara sillas de montura y elabora 
toda clase de correas y partes para las mismas.
Con casi ochenta años de vida, don José María Vásquez lleva más de 50 años como talabartero cortando, puliendo, perforando y dándole forma y estilo al cuero.
El oficio de talabartero lo aprendió con don Eduardo Giraldo. Inicialmente ambos empezaron como zapateros en Peque; oficio que había aprendido don José María en Medellín cuando fue enviado por sus padres a esta ciudad donde sus hermanas mayores, Aurora y Graciela, para que no se casara de 16 años y hace referencia a dicha situación diciendo: “me dañaron pa´toda la vida”; aunque reconoce que el destino de la vida nadie lo conoce.
En la imagen, Chema disfrutando de una aromática en la cafetería de don Jesús Valle.
 Trabajó José María, “Chema”, en Medellín como ayudante de  zapatería en varios lugares y en ellos aprendió el oficio. Ejerció esta labor en Medellín durante ocho o diez años.
De regreso en peque montó su zapatería teniendo como ayudante a don Eduardo el cual fue aprendiendo el oficio. Comenta Chema que la zapatería en Peque no dio resultado porque no tenía el equipo completo, le faltaba la máquina principal que era la punteadora –y porque además no sabía manejar esta máquina- por lo que tenían que hacer a mano el trabajo que realizaba esta máquina.


Dice Chema que hay varias clases de cuero para los trabajos de la talabartería: Cuero liso o natural, cuero grabado, cuero impermeable. Así mismo nombra algunas partes principales de una silla de montura entre las que destaca el tiro grupa, pechera, cincha, cinchadora, el juste.
Dice José María Vásquez que ahora trabaja muy poco la talabartería –aunque se le ve todos los días pegado al oficio- por la enfermedad que tiene. La enfermedad en una de sus piernas se debe a que hace aproximadamente 40 años, siendo medianamente joven, tumbando un palo en la finca El Cañafístalo, en el filo de El Lindero, la punta le tocó la corva de la pierna, y dice: “apenas medio me tocó si me coge me mata, o me llamaba”, y agrega: “me movió los tendones de las corvas”. No le prestó atención al accidente y el problema se fue agravando por lo que hace aproximadamente tres años le fue hecha una cirugía, cirugía que mejoró su estado de salud y su actividad laboral.
Cuando se le pregunta a Chema Vásquez sobre la manera de conseguir el cuero para sus trabajos y la forma de pago, él dice: “yo lo pido por teléfono al almacén y el pago lo mando por el bejuco”. Cuando se le pide aclaración por la palabra “bejuco” él dice que bejuco es “por Gana” –empresa de chance y envío de giros. Con la expresión “el bejuco”, Chema alude al antiguo telégrafo con el cual el municipio se conectaba con la capital del departamento y los demás pueblos a través de un cable de cobre que salía del casco urbano subiendo por Llano del Pueblo y pasando por Romeral Chamizo y la Tumba. Entre cuatro y cinco pedidos de materia prima hace Chema Vásquez al año.
En cuanto al tamaño de las sillas de montura, Chema dice que para ello hay tres tamaños de juste el cual es la parte en madera y cuyos pedidos los hace a una ebanistería en Medellín. Las medidas de los justes vienen en pulgadas y los más pequeños son usados para monturas para niños y vienen de 12 pulgadas, los justes de 16 pulgadas son para una silla de tamaño medio y los justes de 18 y 20 pulgadas son para monturas grandes.
Cursó don José María Vásquez los estudios del grado cuarto en los tiempos en que con este nivel académico se podía ser maestro rural –Josefina, una de sus hermanas, fue maestra rural con este nivel académico. Chema dice que él y su hermano Saúl hicieron esos cuatros años de estudio ligerito porque no perdían año. Recuerda entre sus profesores a don Carlos Suárez, padre de Hildebrando Suárez, más conocido como “Cochise”. También recuerda al profesor Marino Yépez pero no da detalles sobre ellos.



En los asuntos del amor Chema Vásquez dice que todas las novias que tuvo dejaron huellas en su corazón. Una de las novias que recuerda fue a doña Romelia Cardona (primera dentista del pueblo para la época y que se casó con don Franco Guerra).
Chema Vásquez también hizo carrera como comerciante durante catorce años teniendo una tienda de abarrotes en el filo del Cielito subiendo al lado izquierdo (bodega actual del almacén El Portal Campesino). Cuando se le pregunta cómo le fue como tendero dice: “bien, pero yo me bebí todo eso, pues, yo era muy vicioso”; dice que beber solo no le parece gracia, y agrega: “los amigos son los que hacen beber a uno. Un amigo bien vicioso lo pone a uno pelerito pal´vicio”. Asegura que consiguió, que tuvo plata gracias al comercio y fruto de ello pudo conseguir alguna tierrita que ahora posee.

ADRIANO GRACIANO HIGUITA: EL MOCHO CHINGÜÍLO

ADRIANO GRACIANO HIGUITA   - ¿Cómo dice aquí? - le pregunta alguien mostrándole un sobrecito de azúcar. – ¡Azúcar!- responde Adriano m...