MIGUEL ÁNGEL GRACIANO
Don Miguel Graciano y su esposa Ana María Úsuga |
“Yo me sé un montón de canciones. Si es que
todos los días oyendo a mi papá. Y es que era trabajando ahí en la carpintería,
y sacando notas, y con el lápiz, y con los trazos ahí. Los trazos de la música;
es que él mismo sacaba esas notas, ¡todos de la iglesia!”, así comienza
doña Nelly Graciano al recordar a su padre.
“Yo estaba aquí en la cocina cantando una
canción de esa de amores, pero no de la iglesia. Y se va devolviendo y me pega
tremenda regañada. – ¡Canciones mundanas, que no le da pena! ¡Cántele a mi Dios,
o a la virgen!”, dice Nelly.
Las
elecciones que hace toda persona en su vida son muy acertadas ya que son
guiadas por esa luz interna que algunos llaman suerte y otros se refieren a
ella como destino. Al vivir en el casco urbano don Miguel combinaba
perfectamente su trabajo, la ebanistería, con su vocación de servicio en la
iglesia. Era él quien animaba las misas todos los días.
Admirable
que para esos tiempos, años 60s hasta los 80s, en el occidente apartado del
departamento, en un pueblito humilde, hubiese un ciudadano que tocaba el “melodio”
o “armonio”, así los llamaba él, pero que en realidad era un piano.
Es
bueno recordar que en los siglos XVIII y XIX los maestros de música buscaban a
los hijos de las familias aristocráticas y burguesas europeas para enseñarles a
tocar el piano. Aquí en Peque, en la segunda mitad del siglo XX, estaba don
Miguel tocando el piano; él tuvo la habilidad de pocos en el país y el único en
el municipio.
Miguel
Graciano no solo tocaba el piano, también tocaba la guitarra, el tiple y la
lira. Tenía una voz delgada que hacía melódicas y armoniosas sus
interpretaciones religiosas de la iglesia. Durante cuarenta años tocó el piano
para el coro de la iglesia. “Cantaba, ¡y
con voz!, no cualquier voz. Eso le cantaba, ¡eh Ave María! Eso hacía unos dúos,
¡pero qué hermosura! (…) si alguien tenía una voz, él hacía la segunda, la que
fuera”, dice con fascinación Héctor Higuita, su sobrino.
Los
integrantes del coro parroquial en aquellos tiempos, además de don Miguel,
estaban doña Débora David, Nelly Graciano, Jael Angélica Higuita Úsuga.
Cantaron cuando los presbíteros de la parroquia eran José de Jesús Mira,
Rodrigo Lopera, Egidio Arango, padre Hernán, Cesar Tamayo (Metralleta, conocido
por la venta de las campanas de la iglesia).
Presbítero José Mira, muy recordado en el municipio |
En
los trabajos de la ebanistería destacaba más que don Emilio Tuberquia que
también era el otro ebanista del pueblo. Para estos servicios, algunas veces a
domicilio, lo requería don Pacho Guerra quien lo llevaba para la Finca Llanadas
a realizarlas variados trabajos con madera. La única condición que le ponía
Miguel a Pacho era que no le diera cualquier comida, que le diera comida
mejorcita que la que le daba a los demás trabajadores.
“Mi tío era un señor muy cauteloso. Él era de
los carpinteros buenos. Pa´ una mesa, pa´ un taurete, pa´ una puerta estaba
solo”, dice con admiración Héctor Higuita. Así como era de cauteloso con
sus trabajos, también era cuidadoso con su herramienta. Don Héctor en una
ocasión requirió de su tío y padrino Miguel un serrucho en condición de
préstamo. “Ya ve mijito, y en vez de uno,
tengo tres serruchos. Pero le voy a dar un consejito, - no me lo va a prestar,
pensé entre mí- . Yo se lo voy a prestar, pero mire, mire el estado en que
están. Están en ese estado porque yo los utilizo para lo que es. Lo lleva pero
sabe que el palo que vaya a cortar esté limpiecito. Nada de cemento, nada de
clavos. Él me dio las instrucciones completicas, y me prestó el serrucho”.
A
don Miguel Graciano también le gustaron los tragos. Quizás se pueda afirmar que
ha sido la única persona ebria que fue muy educado y no perdió la cordura. “Él se emborrachaba pero nunca se puso bravo
con nadie, con la gente, ni acá con nosotros. Mucho menos con mi mamá, tampoco.
Antes llegaba a darle serenata con la guitarra.
/ Cuando estoy junto a tí miro la vida / corre como una fuente de agua
pura / porque eres como lámpara encendida…”, entona Nelly la canción de su
padre.
Rigoberto
Graciano, hijo, dice: “mi papá fue una persona
muy honesta, muy honrado. Fue muy serio. Y entonces para mi papá decir hijueputa,
eso era un escándalo para él”. Así mismo Hernando Graciano, otro de sus
hijos dice: “mi papá era un, mejor dicho,
un ejemplo pa´l pueblo”.
Sinar
Elías Moreno, uno de los historiadores orales del pueblo, revive una escena en
la que Miguel Graciano, tarde en la noche, o más bien temprano en la madrugada,
con muchos tragos en la cabeza, se desplaza hacia el Cielito a la casa de Nena
Rivera.
_Toc, toc, toc (toca a la puerta) Buueenaas
noochees.
_Buenas noches, don Miguel.
_¿Puueedoo eentraar?
_Sí, don Miguel. Puede entrar
_¿Tiene por ahí guaraapiito?
_Sí señor, tengo.
_Mee haacee el faavoor dee uuna
medidita
Su
voz, una conjugación de mesura, paciencia y melodía nunca se perdió con el
efecto del guarapo, bebida tradicional en aquellos tiempos.
“Yo creo que fue de las personas más
respetuosas que hubo en Peque (…) Las personas en la década de los años 50s y
60s se catalogaban más como persona por la forma de su decencia. Es decir, la
decencia era la que identificaba a la persona. Una persona para ser más persona
era la más decente”, afirma Gonzalo Graciano, nieto.
En
cuanto a las habilidades y aptitudes que tenía don Miguel para trabajar con la
madera y tocar el piano, ninguno de sus hijos y/o nietos tiene la certeza de
quién le pudo haber enseñado el arte. “Mi
abuelo fue una persona muy polifacética, pero empírico en todo. La verdad es
que todo lo que hizo empíricamente, lo hizo a la perfección. Lo hizo súper bien
(…) Segú los comentarios de él, él aprendió a trabajar la ebanistería en San
Pedro de los Milagros, y creo que en Santa Rosa de Osos. En la época de La
Violencia, cuando ellos salieron de Peque, se vinieron para acá para Medellín,
obligados, y mi abuelo tuvo que irse a rebuscar a trabajar. Entonces él fue muy
amigo de un sacerdote, creo que de apellido Blandón, que fue el que lo indujo a
esas artes”, dice Gonzalo Graciano.
Miguel
Graciano era hijo de Blas David y Manuela Graciano. Era doña Manuela una mujer
muy consagrada a los actos litúrgicos. Tenía dos vestidos, solo destinados para
tales servicios que se los cambiaba inmediatamente llegaba a la casa para
continuar con sus oficios.
Don
Miguel se casó con doña Ana María Úsuga, de Los Llanos. Tuvieron seis hijos que
se hicieron adultos sobreviviendo a las dificultades del tiempo. Ellos son:
Esther, Magnolia, Rigoberto, Hernando y Nelly. Miguel, el otro hijo, falleció
en Medellín hace unos años.
Doña María Úsuga |
Los
suegros de don Miguel trataron de llevárselo para el Corregimiento Los Llanos a
trabajar allí, pero él no quiso. “Vio que
no era capaz, que la tierra no era el destino de él”, comenta doña Nelly.
Solo estuvo unos pocos meses en Los Llanos, pero se regresó a Peque a trabajar
la ebanistería.
Cuatro
hijos de la pareja se murieron pequeñitos. Uno de ellos murió a las 24 horas de
nacido. “Nació lo más de lindo, hermoso,
blanquito, gordito. Se fue, se fue, y se fue como rematando ahí a la vista. Mia´pa
voló ´onde el padre; le tocó la puerta a esas horas de la noche. No sé si fue
que llevó al padre pa´ la casa o trajo al niño. El niño murió bautizado. Él lo
bautizó y se murió ligerito”, comenta Nelly con nostalgia. Otro falleció en
Cañasgordas, de cuatro años, mientras huían del conflicto político de la época.
El
día del matrimonio de don Miguel con doña María, hubo otro matrimonio. Era una
pareja del Corregimiento Los Llanos, los cuales tenían muchos invitados y vino
mucha gente. Para el matrimonio de Miguel y María no había invitados porque las
familias de ambos eran muy pobres; además los padres de ella se oponían al
matrimonio. Solo un abuelo de doña María, Isaac Higuita, estaba a favor. “Los que acompañaron
de aquí a Los Llanos, a lo de ellos, - refiriéndose a Miguel y María- fue el
padre de la parroquia y el personero”, afirma Nelly.
Después
de 83 años de vida en la tierra, parte Miguel al encuentro del Creador. Él
mismo que le dio la facultad de tocar el piano y otros instrumentos musicales,
más una voz melodiosa para que alternase entre la palabra de Dios a través del
sacerdote y la música angelical a través de su canto. A su muerte, el alcalde
de la época, organizó una orquesta local, y le dio una serenata en honor a su
vida religiosa, artística y a la dignidad de su persona.
Un
dato importante que no se debe pasar por alto en el relato de doña Nelly
Graciano es que fue el Presbítero Roberto Arroyabe quien puso la virgen del
Cielito. Este sacerdote era de San Pedro de Los Milagros.
Genealogía
Tuvo
don Blas David muchos hijos en varias mujeres pero no se le conoce a alguno que
lleve su apellido. “Había un viejito por ahí, Blas David. Nosotros somos David.
Ese viejito regó mucho la sangre por ahí; y se encontró a la viejita Girón y allá
le puso como tres o cuatro hijos”, dice Rigoberto, hijo de Miguel Graciano. Todos
sus hijos quedaron con el apellido de la mamá. Los Guerras, los Gracianos y los
Girones son la misma familia pero con diferentes apellidos.
Lo
poco que se sabe de Blas David es que era cultivador y distribuidor de tabaco.
También se cree que comercializaba con licores producidos artesanalmente; ambas
actividades ilegales para la época por lo que era perseguido por la autoridad.
Se cree que con el dinero que le
generaba dichas actividades le daba estatus y poder para patrocinar algunas
fiestas rurales y ejercer autoridad y control con quienes tenían mal
comportamiento en ellas.
Los
hermanos que tuvo don Blas David, según sus familiares, son: Miguel Antonio
David, Emilio David y un tercer hermano del cual no se sabe su nombre pero que
sí dejó descendencia conocida.
Blas
David fue padre de Miguel Graciano, Maria del Rosario Guerra (madre de Héctor
Higuita, profesor), Gilberto Girón (Panza), Julio Girón (Mocho Girón, padre).
Doña
Hermelina Girón y don Blas David tuvieron cuatro hijos: Gilberto, Julio, Amada
y Raquel.
Los
hermanos de Blas David, según sus familiares son: Miguel Antonio David (fue
personero del pueblo, para su época), Emilio David, y un tercer hermano del
cual no se conoce su nombre.
Miguel
Antonio David (hermano de Blas David) tuvo como esposa a doña Maria Cleofe
Moreno. Ellos tuvieron cinco hijos: Maria Marcos (esposa de Arnulfo Mazo), Juan
Pablo, Miguel (Cheito), Cesar y Rafael Donato. Estos cinco tenían el apellido
David.
También
don Miguel Antonio tuvo cuatro hijos con doña Clara Rúa. Ellos son: José,
María, Eva y Otilia. Estos hermanos eran de apellido Rúa. Todos son fallecidos.
Emilio
David (hermano de Blas David) fue el primer barrendero del parque y de las
calles del pueblo. Don Emilio era el abuelo de Wilmar David (Exalcalde).
De
un tercer hermano de Blas David se originaron las familias de Bertis Valle,
Omar Valle (Omar del Valle).
Hermanos
de Miguel Graciano: Pablo Emilio, vivía por los lados de Popal (parte baja).
Era casado con Margarita David.
Ana
María Úsuga, esposa de Miguel Graciano, tenía dos hermanos: Octavio y Emilio Úsuga.
Según
doña María Marcos David, esposa de Arnulfo Mazo, su abuelo paterno se llamaba Juan
de la Cruz Moreno. De estas líneas ancestrales se puede deducir que ni el mismo
Blas David llevaba el apellido de su padre. Es como si la historia y los genes
se pusieran de acuerdo para que los sucesos se repitan en la misma cadena de
descendencia.
Que bella historia de don Miguel graciano
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