domingo, 6 de junio de 2021

ADRIANO GRACIANO HIGUITA: EL MOCHO CHINGÜÍLO

ADRIANO GRACIANO HIGUITA


 

- ¿Cómo dice aquí? - le pregunta alguien mostrándole un sobrecito de azúcar.

– ¡Azúcar!- responde Adriano mientras suelta la risa.

– Está adivinando –responde otro que está presente.

- No fui a la escuela; era muy bueno era pa´ la piedra -comenta.

“¡Yo fui un día a la escuela, hombe!. Qué tanto era que me ponían un papel, dizque suba y baje; suba y baje, con un lápiz. Eso fue la enseñanza que me hicieron en el primer día, y no volví”, recuerda.

Sostiene Adriano que la persona de edad ya no aprende, que la mejor época para el aprendizaje es la juventud. “Uno cuando tiene quince años y tiene toda la memoria aquí – señalando su cabeza –y esas canciones viejas que oía por allá, esas sí me las aprendí. Pero otro que me diga cosas de ahora, no aprendo nada”.

Al mal tiempo, buena cara, dice el dicho popular. Y este está muy bien representado en la persona de Adriano, quien ante las dificultades que le ha presentado la vida, las enfrenta con bromas y risas.

- ¿Cómo le va? –saluda Adriano a una dama que acaba de ingresar a la cafetería.

- ¿Usted quién es? –pregunta ella.

- ¡Ah! ¿Pero no me distingue usted a mí? –replica Adriano -¡No ve que me falta una mano, vea! –le muestra su mano amputada –yo creo que se acuerda.

Una de las primeras dificultades que tuvo Adriano en su vida fue la pérdida de su mano izquierda a la edad de 16 años. Y es que él es de esa época en que los problemas entre los hombres se resolvían a peinilla (machete). Ese ajuste de cuentas fue con otro paisano que también era andariego y problemático.

Fue en la cantina El Caliche, sector La Armenia, corregimiento Camparrusia, municipio de Dabeiba. “Yo por allá me dedicaba a jornaliar cogiendo café”, dice. Adriano se guindó a peinilla con otro paisano de la vereda Las Faldas. En ese voleo de peinilla Adriano le cortó una pierna al paisano; Adriano pensó que había sido todo por el momento por lo que se desentendió de la situación y se descuidó. “El que no es malo, que no se ponga a peliar (…) se le caía el machete y yo le decía: arrecogelo pa´ que nos demos más. En eso llegó otro y dijo: dejen esa pelea, dejen eso ya. Le hicimos caso, y como yo estaba tan muchacho, me descuidé. Y mentiras que me estaba midiendo el tiro, así como estas vos, así sentao, y ¡pao! Había comprado como dos o tres frescos pa´ los amigos; y llego y ¡taque!”.

 Yo trabajaba con todas dos, porque yo era muy bueno pa´ un rastrojo”, dice con respecto a sus manos. Sin embargo, luego de la pérdida de su mano, debido a sus correrías y al vicio del trago, debió enfrentar otras broncas, pero ya con una sola mano. Según parece, Adriano era hábil para la peinilla, no se dejaba estrechar. Le tocó desenfundarla para proteger su propio honor o el de otro y enfrentarse a los reconocidos Nidilio Valle y Octavio Guerra.

Adriano reconoce que algunas de las batallas, con machete, fueron más bien confabulaciones con algún amigo con el propósito de dañar un baile o para evitar pagar la cuenta en una cantina (parranda dañada, cuenta saldada).

También se daba el caso de que alguien le regalara trago simplemente para que se enfrentara a machete con otro destacado en la misma habilidad. “Este pompito de allí que le dicen Pompo, Jaime Rivera, me daba trago pa´ que me guindara con un muchacho de allí que llamaba Caín Arias, del Páramo. Y era tan loco yo que Jaime me daba trago pa´ venos guindao a machete en esa faldita del Cielito y bajábamos a punta de fierro hasta allí. ¡Tomate otra y volves a guindate! Nos guindábamos en esa bajaita y eso era tin tan. En ese tiempo como que no había ley, yo no sé qué pasaba”, recuerda Adriano.

Eran los tiempos en que los campesinos tenían dos peinillas (machetes). Uno para las labores del campo (rozar, desmalezar, trochar, cortar árboles), y otro para salir al pueblo, que usualmente se convertía en elemento de defensa personal o de provocación.  Eso le sacaban filo por los dos lados, en ese tiempo, pa´ que agarrara por los dos laos”, afirma. Y agrega: “una vez cargué un cuchillo dizque por acá – señala la parte delantera de la pelvis –y no volví a cargar más un cuchillo; casi me chuzo las partes nobles”.

Las anécdotas de Adriano no paran porque para la vida que llevaba (trago, andariego y decidido), siempre se es el protagonista. “El que es jodido, es jodido. Una vez emborraché a una persona de esos malos de allá de Camparrusia. Tenía una pistola de un solo tiro y le di trago hasta que se la robé. En la noche la escondí debajo de un puente. Al otro día me fui, saqué esa pistola y me fui. Y en lo robao, eso se lo roban a uno. Entonces me emborraché yo también en Camparrusia, y me la robaron a mí también”, recuerda con gracia.

La vida a Adriano le cambió hace 23 años cuando se “entregó al evangelio”. Se estabilizó, dejó de andar, de beber y empezó a utilizar la peinilla para lo que siempre debió utilizarse: para cortar rastrojo. “Tengo mi salud y ando con mis amigos bien. Tengo mi familia”, asegura.

Adriano Graciano es oriundo del sector Cañaveral, vereda Guayabal; sus padres son Teresa Higuita y Francisco Graciano. Sus hermanos son: Gloria (vivió con Heriberto Higuita), Nelly, Magnolia (fallecida), Neftalí, Joel Higuita, Leonel Graciano, Jorge Graciano. Nació Adriano el 25 de julio de 1945 en el sitio conocido como El Madero, corregimiento Los Llanos de Peque

Después de tanto recorrido en la vida, Adriano se casó con Liria David a la edad de 40 años. Tuvieron cuatro hijos: José Armando, Adrián, Deiber, Neider. Adriano es padre de otra hija (Ludi) que tuvo con doña Consuelo antes de casarse.

Genealogía

Adriano Graciano, hijo de Francisco Graciano. Francisco Graciano, hijo de Cipriano Graciano.

Francisco Graciano, hijo de Cención Valle

Teresa Higuita, hija de Juanita Higuita y Alejandro Valle.

Adriano Graciano, primo del fallecido Ramiro Valle

Alejandro Valle, hermano de Jesús Valle (abuelo de Zulinda Valle)

Liria David, hija de Arnulfo David y Jesusita Higuita

Liria David, sobrina de Saúl David, de Llano del Pueblo

 

 

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