GUSTAVO ANTONIO URREGO SIERRA
- Cuál es su nombre?
- Gustavo Antonio Urrego Sierra
- ¿Urrego? ¡Cómo que Urrego, hombre! ¡Si el
apellido es Orrego, con “O”.
“Así jodió y jodió hasta que tocó fue cambiámelo.
Legalmente yo soy Urrego con la U (…) _En la cédula quedó con O_ Entonces yo
montao en la verraca tanto tiempo. Ya tiene que ser así”. Así se sumerge
don Gustavo Urrego en su pasado recordando a un policía en el municipio de
Uramita que le obligó a cambiar la primera letra de su apellido. “¿Usted es que tiene los oídos por el culo?”,
le decía. Tuvo que hacerlo porque veía a este policía cada semana cuando
iba allí como arriero y le reclamaba de manera persistente por el cambio de
apellido.
Nació
don Gustavo Antonio Urrego Sierra un 16 de julio de 1930. Es del caserío de la
Vereda Jerigua, conocido como Sabanas. Hermano de Dorancé, José María y Franco.
Fueron seis hermanos en la familia. Hijos de Telésforo Urrego y Carlina Sierra.
Era don Telésforo de los lados de Buriticá, hijo de Eulalia Betancur y José
María Urrego.
En la foto se aprecia a don Gustavo Urrego con su esposa y uno de sus hijos, Jairo |
Con los años la memoria se va perdiendo y don Gustavo no sabe si de la familia han fallecido dos o tres hermanos. Su esposa, Anatulia, es la que sabe quiénes han fallecido de los hermanos de su esposo. “han fallecido la muchachita. Era una sola muchacha. Hilde también murió”. Irene llamaba la hermana fallecida de Gustavo.
En cuanto a la escuela,
Gustavo dice que “mantenía más en el
monte que en la escuela (…) me mandaban pa´la escuela, entonces yo me quedaba
por ahí en el camino. Me metía por ahí en un lado y me quedaba hasta tarde”. En algunas ocasiones es el maestro el que
desmotiva la asistencia y permanencia del niño en la escuela. “Me despachaban pa´la escuela con el
almuerzo, pero había una profesora muy brava con uno. Y entonces el castigo era
ponerles dos piedras grandes en la mano arrodillao en el suelo. Y entonces de
sobre mesa, una regla en la mano, taque, taque. Hasta se reventaba esa regla.
Por cualquier cosa castigaba a uno”
Era la profesora Ana
Mercedez Arango quien enseñaba en la escuela de Jerigua por aquellos tiempos.
También recuerda a la profesora Rosita y dice que también era muy brava.
Sostiene que Rosita era de Buriticá.
Foto tomada en Uramita en sus tiempos de arriería. Allí se le obligó a cambiar de apellido |
La mala memoria también
puede ser debida a un accidente que tuvo en la escuela mientras jugaba. “Estábamos jugando el ratón, y entonces la
escuela tenía por detrás una pared muy alta. Entonces las muchachas se cogieron
de la mano pa´tapar de la barranca a la pared así, pa´tajanos los que estábamos
jugando el ratón. (…) yo no recuerdo como caí de pa´tras y me hice un roto por
aquí vea. Me llenaron la cabeza con agua y salía toda salobre agua con
sangre…bajaba por el gañote. El agua me entraba por el hueco y de ahí me pasaba
al gañote. Estaba roto, roto. Eso me
bajaba por aquí pa´bajo, yo sentía que me bajaba eso por aquí”, asegura. Fue
una compañerita de estudio la que saltó y le puso los pies en la frente
empujándolo hacia atrás provocando que Gustavo se fuese hacia atrás y cayese su
cabeza sobre una piedra.
Por esos tiempos, los niños,
jóvenes y adultos menores de 21 años usaban pantalones cortos. “Eso era moda”, dice Gustavo.
El único día que Gustavo
Urrego usó zapatos fue cuando se casó. “Yo
no quise joder más con eso", dice. Es difícil, o imposible, que
alguien del pueblo diga que lo ha visto con zapatos. Siempre ha usado albarcas,
y muchas veces también anduvo descalzo.
Casado con doña Anatulia
Higuita, don Gustavo tuvo ocho hijos de los cuales viven cinco. No recuerdan el
nombre del primer hijo, el cual falleció. El segundo fue una niña, la cual
también falleció, y se llamaba Olga Lucía. Los otros hijos son Amanda, Jairo y José.
Otro hijo fallecido, o más bien asesinado, fue Gustavo Adolfo, conocido
en el pueblo como Pepe. El único pecado de Pepe fue encargarse de la venta de
pescado de un amigo mientras este iba a almorzar en su casa. La orden era
asesinar al vendedor de pescado que se encontraba en ese momento en el parque,
y el único que estaba vendiendo pescado era Pepe. La historia está llena de
cambios de turnos y horarios con los que unos pueden alargar sus días y otros
encuentran a la muerte.
Gustavo con su esposa Anatulia en su casa del Cielito |
Gustavo no la pasó tan mal
en la época de la violencia política. Con la esposa huyeron hacia Uramita y
allí permanecieron tres meses. Regresaron a Peque cuando el ejército hizo
presencia en este caserío.
Dice Gustavo y Ana Tulia que
a ellos les tocó vivir en los tiempos en que todas las casas de Peque eran de
bareque y paja. “estos eran unos
pantaneros, unos pedreros”. Los materiales de las viviendas, el calzado, o
ausencia de él, más otras condiciones asociadas a las formas de vida,
favorecían la presencia de ratas, cucarachas, pulgas, piojos y niguas. Quien
hoy cuente con más de 50 años de vida puede recordar los tiempos cuando era
común contar el número de piojos que caían sobre un pañuelo o una sábana blanca
pasando múltiples veces la peinilla sobre la cabeza.
En aquellos tiempos el
acueducto no llegaba al interior de cada vivienda. Había que ir por el agua
hasta El Caliche, hoy El Paraíso. Luego de eso se construyeron unas pilas en
sitios estratégicos del pueblo donde las personas iban, cerca a su casa, a
recoger el agua. La pileta más cercana para Gustavo y Ana Tulia quedaba donde
hoy quedan los tanques para el tratamiento del agua.
Don Gustavo Urrego fue
arriero durante mucho tiempo. Trabajó arriando para Uramita con seis mulas
propias, sin ayudante, él solo. Recuerda que se iba en tres jornadas: de Peque
a Romeral, de Romeral a San Benito, y de San Benito a Uramita. “Había veces que nos veníamos en dos jornadas
de allá pa´cá. De Uramita hasta Juntas. Y de Juntas hasta´quí”. Inició en
la arriería como ayudante, de 9 o 10 años. Como ayudante debe desenjalmar las
bestias, llevarlas al potrero y recogerlas al día siguiente. “Yo andé en ese tiempo, mucho tiempo, a pata
limpia. Tenía callo pero me dio viruela y me botó el callo pa´la porra”,
dice.
Como proveedor de los
abarrotes de Uramita para Peque recuerda a Luis Gómez. Él compraba a los
arrieros el café y el fríjol, y les vendía panela, sal, chocolate, parva,
gaseosa, cerveza.
Por las historias y jornadas
de los arrieros, hoy sabemos el significado y sentido de la bien conocida
palabra “fonda”. Eran las fondas los sitios intermedios de los recorridos donde
los arrieros posaban una noche para al día siguiente seguir la jornada. Allí
les vendían comida, trago; también les ofrecían hospedaje. Igualmente era muy
común que en esas noches, arrieros, dueños de fonda y empleadas armaran rumbas
animadas con música de cuerda o antiguos equipos de música como la vitrola.
Las fondas también fueron
lugares de amores y placeres. Gustavo siempre fue esquivo a esos amores
fugaces, “me daba miedo ombe…las pestes,
las pestes (…) más bien eso que llaman gonorrea, dizque potros”,
manifiesta.
Don Gustavo recuerda que
como ayudante de arriería le pagaban un peso por día de trabajo por lo se
ganaba entre cinco y seis pesos por semana; un plato de comida en una fonda
valía 50 centavos; la empotrerada de una mula valía 20 centavos.
De los arrieros de su tiempo
recuerda a Marcos Mejía. A quienes les llevaban y traían carga era a Daniel
Guerra, hermano de Pacho Guerra, Juanito Hernández.
A Gustavo le encantaba el
trago. “Lo que más compraba era guarapo.
El Jundungo era la propia mata pa´l guarapo. Lo vendía Ermelina Girón. La
medida era la totuma. La totumita valía a 50 centavos. (…) El guarapo lo hacían
de panela. Yo no recuerdo qué le echaban a eso que quedaba tan fuerte hombe.
Las tinajas eran hechas de barro. La barriga era anchita y la boca más
estrechita. Yo no recuerdo cuántas cocadas me tomaba, pero ocho o diez era
facilito. Con veinte cocadas paraba las patas por ahí”.
Fue Gustavo Urrego hombre de
pocos amores. Inicialmente dice que la única novia que tuvo fue su esposa.
Aunque también reconoce que estuvo enamorado de una hermana de Panza. “También tuve otra novia que me quería casar
con ella también. Entonces era muy querida, hombe. Tenía otro novio. Entonces
ella me decía que no y que no. Me negaba. Hasta que a lo último me dijo que
también lo quería a él. Entonces, ¡vaya a la mierda!”.
Hoy don Gustavo Urrego
descansa en su casa con su esposa en el sector del pueblo nombrado El Cielito. Colgó
los rejos, la mulera, el machete y el azadón, no por gusto, sino por porque la
vida le pone retiro obligatorio a toda persona sin importar su ocupación, clase
social y experiencia de vida.
Genealogía e historial genético
Dice doña Ana Tulia, que es
más conversadora y con la memoria más fresca, que por parte del padre de don
Gustavo Urrego, él era hermano de doña Rafaela Higuita, esposa de Marcos Mejía.
Fallecimiento
Don Gustavo Urrego deja el mundo material el sàbado 25 de julio de 2020 a las 8:30 am en el hospital del municipio luego de permanecer allì durante ocho dìas por complicaciones en su salud.