AQUILINO SALAS SALAS
Nació don Aquilino Salas el 25 de junio de 1931. En el momento cuenta
con 87 años, próximo a cumplir 88. Hijo de Marcos Antonio Salas Posso y Laura
Rosa Salas Guerra, primos entre sí, un hecho frecuente en la conformación de
las familias de antaño cuando las relaciones se establecían, no por el gusto de
la muchacha sino por la recomendación, a veces por la imposición, de los padres
sobre su futuro esposo.
Don Marcos y doña Laura tuvieron 9 hijos, cinco hombres y cuatro
mujeres: Teresa, Arnolda, Ernestina, Angélica, Ismael, Aquilino, Natanael,
Salomón y Enerías. Don Marcos, saliéndose del potrero, tuvo otros cuatro hijos
por fuera del matrimonio: Francisco, Antonio, Magdalena y José Benedo. “Me parece que un Franco Guerra, hermano de
Albuino, hijo de Ilduara Guerra, parece que lo sindicaban a él (como hijo de
don Marcos)”, comenta.
El segundo apellido, Posso, del padre de Aquilino es de los Possos
actuales de la Vereda Las Faldas. “Lo más
gracioso que me parece, es saber el nombre hasta del tátara tátara abuelo por
mi papá. Él fue el que me dio a conocer ese origen”, dice Aquilino. Era
Marcos Antonio Salas hijo de Francisco Antonio Salas Valle y Maria del Rosario
Posso; Francisco Antonio Salas era hijo de Celestino Salas (Aquilino no
recuerda su segundo apellido), y Celestino Salas era hijo de Hilario Salas. Con
los años actuales con los que cuenta Aquilino más cuatro generaciones antes
estamos retrocediendo en el tiempo aproximadamente 200 años.
Por el árbol genealógico de su madre no recuerda casi nada, “es que ni recuerdo, tal vez sería Alejandro
Salas que llamaba el papá de mi mamá…y Amalia Rosa Guerra (…) ella, Laura Rosa,
era como sobrina de un Aldemar Guerra y Manuel Guerra, apodado Manuel Lazo. Le
dieron ese nombre porque en ese tiempo la repartición de fincas la hacían, la
medida no era un metro, sino un lazo. Entonces él dizque fue uno de los peritos
de una partición aquí en esta finca de San Juliancito. Heredó pues ese
sobrenombre porque sería él el que cargaba los lazos”, comenta.
Aquilino y su padre Marcos Antonio Salas |
Aquilino Salas cree que nació en la finca El Madero, de la Vereda El
Aura, al noroccidente del municipio a tres horas de camino del casco urbano.
Estuvo en la escuela cuando tenía 14 años y solo estuvo seis meses allí. Dice
que los padres de familia cometen el error de querer que los hijos hagan lo que
fueron ellos.
El conocimiento de las letras y los números se los debe gracias a su
madre Laura Rosa. Recuerda, “mi mamá nos
enseñaba a Ismael y a mi…Ismael era como más rebelde. Nos enseñó a leer las
propias letras (…) recuerdo patentico que yo la primera palabra que yo ajunté
fue la palabra n-u-e-v-o. Cualquier
día encontré yo un nuevo testamento, uno pequeñito así, y en la pastica me puse
a ver, a juntar letras ahí, entonces yo empecé n-u-e-v-o. Entonces ya la dije: ¡nuevo! Esa era primer palabra”.
Don Aquilino en su memoria vuelve a su infancia y recuerda a su madre
Laura en su papel de maestra. “Lo
gracioso de cuando mi mamá nos enseñaba, ella nos ponía las tareas pa leer y
luego nos tomaba las tareas. Ismael, como era más rebelde, y no le gustaba el
estudio, entonces mi mamá nos regañaba, o a él que no daba la tarea. Entonces
decía él: a mí no me gusta eso, a mí demen un azadón pa´trabajar (remedando el
tono de voz). Y yo como me gustaba el estudio, yo me aguantaba calladito y
seguía bregando”.
Había en esos tiempos un folleto grande con el cual se aprendía a leer.
No está seguro de su nombre pero cree que se llamaba Citolegia. “Yo aprendí a leer ahí. Ahí enseñaba mucho la
ortografía. Tenía unas palabras muy largas, decía semipelagianismo; y ahí decía la forma de leer. Decía que después
de punto final se suspendía la lectura como si temiese leer lo que sigue (…) me
gustaba mucho leer. Yo encontraba en ese tiempo un pedazo de Colombiano, por
ahí todo sucio, hasta de caca será, y yo cogía esos mochitos de papel y podía
leelos”, dice.
Texto Citolegia con el cual Aquilino mejoró su lectura |
Los seis meses que estuvo en la escuela los estudió en la escuela
urbana. “Yo no sé cómo me trajo mi papá.
Vivía mi tío Justiniano donde es la casa pastoral ahora, (de la iglesia
Presbiteriana) y verdad, estudié seis meses. En el campo no había una escuela
mejor dicho; si acaso habría escuela en algún corregimiento”, recuerda. El
primer maestro de don Aquilino fue Guillermo Calle. El segundo maestro fue
Miguel Suárez, padre de Cochise, el esposo de la maestra Deisy Guerra.
No faltan los pormenores de salud que hacen cambiar el rumbo de la vida
de cualquier persona. “Estando estudiando
yo me enfermé mucho. Entonces mi papá me llevó a Cañasgordas a haceme formular.
Salíamos en bestia hasta Uramita. Y por ahí por donde está Pocholín vivía un
señor Ismael Restrepo que era el médico aquí. Era el que algún herido, ese era
el que lo remendaba (no era médico titulado). Tenía unas cositas ahí, unos
frasquitos ahí de medicina, y ahí tenía pues la droga él. Y entonces me trajo
él pa´ceme aplicar unas inyecciones que me formularon en Cañasgordas. Ese señor
me aplicaba las inyecciones y yo me alenté. Entonces mi papá me llevó pa´la
montaña otra vez a trabajar. Mi mamá era la que decía que mi tío Justiniano le
había dicho a mi papá: déjeme ese muchacho que yo le doy el estudio. Y él no
quiso”, lo recuerda con un poco de nostalgia.
Conoció Aquilino Salas a Virgelina Tuberquia, su esposa, cuando los
padres de ella la enviaron a Peque, desde la Vereda San Julián de Barbacoas,
para aprender la sastrería. El tutor de ella era don Tulio Valle. “Estando aquí nos distinguimos, pues yo le
manifesté, no le caí mal. Ella aprendió la sastrería, luego se volvió a ir
pa´la casa y se puso a trabajar, cosiéndole a toda esa gente por allá (…) ya
quedamos fue como novios. Yo quedé visitándola cada dos meses. Yo iba el
sábado, me quedaba el domingo y el lunes volvía y arrancaba. Duramos dos años
de novios. En esos dos años le hice doce viajes”.
Aquilino y su esposa con su primer hijo |
Al lado de doña Virgelina, don Aquilino también se hizo sastre pero no
le gustó el trabajo. “Uno empleaba por
ahí cualquier recurso comprando forro, hilo, botones y todo eso. Hacía uno un
pantalón muy contento dizque porque el domingo lo iban a sacar, y ya ve hombre,
duraba un pantalón hasta de a dos y tres meses y el dueño sin aparecer. A lo
último ya me decepcioné ya porque empezó a venir de una vez la ropa
confeccionada, y ahí sí que menos”.
Época de la violencia
Cuando empezó la violencia contaba don Aquilino con 18 o 19 años. Al
principio muchos campesinos continuaban en sus labores agrícolas porque no
había incursiones de la policía ni de la contrachusma. Pero en la parte final
de ella, ante la arremetida de la policía y la contrachusma muchos de ellos se
vieron obligados a esconderse, a huir o a engrosar las filas de las guerrillas
liberales. “Ya llegó una comisión que se
instaló aquí en el casco urbano, y ya uno joven, sintiéndose pues dizque hombre.
Entonces yo le dije a Ismael: esta gente se apoderó aquí del pueblo y va a
echar a comisionar por las montañas, y encuentra a uno por ahí descuidao, por
ahí lo salen matando así facilito. Yo me voy a ir pa´la guerrilla, yo me voy a
meter a la guerrilla. Y entonces a él le pareció también buena idea”.
Uno de los comandantes de la zona era Pedro Mazo, cuñado de Aquilino,
esposo de Arnolda. Tanto él y su hermano recibieron del comandante, como
dotación, escopetas de chispa. “El que
comandaba aquí propiamente como de más rango era Azulejo; ese era muy
candelero. Él era de por aquí de Renegado. El nombre de él era Juaquín Guerra.
A la persona le buscaban el nombre según su aspecto, su fisonomía o su ánimo
(así surgían los alias de los guerrilleros)”, recuerda. En la tropa,
Aquilino era conocido como Chaparral. Él mismo, con hilo, puso en su camisa
este alias por lo que sus compañeros no tuvieron necesidad de buscarle un
nombre para identificarlo en la tropa.
En una de las comisiones en las que participó don Aquilino fue hacia
Urama, por El Poal, y regresando por San Benito, San José de Juntas y pasando a
Urarco. Una jornada de tres días y sin comer. Se decía que en Urama había un
cuartel de policía o contrachusma. Se pusieron de acuerdo los comandantes para
ir a atacar ese cuartel, no solo de Peque, sino de varios lugares, “allá nos ajuntamos 520 hombres. Allá estaba
un capitán gordo que era de por allá de Urrao (…) A mí me dejaron en cierto
punto como de seguridad (de regreso). Si iba el enemigo ahí, ahí se les disparaba,
y ya los que estaban en otra parte también se alistaban para ver qué era lo que
pasaba”, asegura.
Posa para la foto con fusil y gorro prestado de un soldado amigo |
La mayor preocupación de los chusmeros era mantenerse con vida, no había
preocupación por el alimento porque no había. De vez en cuando en alguna comisión
se probaba la carne, sin sal, por el sacrificio de un animal arrebatado al
enemigo. Así lo describe Aquilino: “tres
días sin comer. De allí de Urama mataron una novilla y nos repartieron de a
libra de carne envuelta en unas hojitas. Me la amarré aquí (en la cintura),
envuelta en esas hojas, y al andar por ahí por cerradal, por rastrojo, por
medidas de seguridad no podía andar por los caminos, y a medio día esa libra de
carne boliando ahí pelada apenas que amarrada con la cabuya (risas), se le
había acabado la hoja. Y que no se podía prender candela en el día que por ahí
se veía el humo, y que de noche también se veía la luz”. Cuando se podía
encender una fogata en el transcurso de una comisión, el tiempo y el peligro no
permitía hacer las cosas bien, y cuando la carne se ponía en un palo para
asarla, lo que se conseguía era ahumarla, pero así se consumía.
La dentadura natural y en buen estado era una ventaja para quien hacía
parte de las filas. Así mismo ir en la retaguardia daba otras probabilidades. “Por ahí llegamos a unos cañaozales, pero los
que tenían dentadura buena, pues muy bien, pero yo le que hacía era machacar y
chupar. Los lanteros se comían las naranjas, los bananos que encontraban por
ahí maduros, por ahí en esas cementeras por ahí de paso. Y los traceros, nos
comíamos las cáscaras”, asegura.
La sal en la época de la violencia era un recurso de muchísimo valor.
Quien la tuviese, tenía la posibilidad de preparar una sopa rápida con ausencia
de granos, verduras y condimentos. “Cuando
llegaba a ciertos puntos que había agüita, entonces cogía una hoja y hacía una
copita así, le echaba un sentidito de sal y me lo bogaba. Y esa era pues toda
la comida, ¡oiga! Esa era la comida, y de no echarle más nada y de aguantar
hambre, a lo último lo que nos agarraba era un curso”, recuerda.
Hubo una comisión en la que Aquilino no pudo participar por cuestiones
de salud. “Llegamos a una vereda que
llama la Llorona (al occidente de Los Llanos), y así pasamos la noche todos
emparrandaos y tomando caldo ´e vaca sin sal. Y ahí fue ´onde yo salí y era yo
cada ratico pa´un lado del camino, metiéndome a hacer las necesidades…y mal,
como se dice, suelto el estómago. Y sabiendo que la jornada era de días, no era
de aquí a allí. Imagínese que era pa´subir a Paramillo y bajar por ahí y salir
por los lados de Dabeiba, un punto Chambuscaos. Entoces, si yo me voy así lo
que me salgo es muriendo por allá. Yo bien débil, ahh, y pa´guantar hasta sin
comer. Eh, no voy, yo me voy a devolver. Me hice a un lado del camino, hice la
necesidad (…) y yo me devolví”.
Los hombres de las filas que se hacían arrestar (disciplinar) por los
mandos por alguna circunstancia, eran encomendados a Aquilino para que fuesen a
hacer retén en un punto llamado la Esperanza, arriba de San José.
Fusil grass. Este tipo de armas en algunas ocasiones eran arrebatadas a la policía y a la contrachusma |
Otra de las comisiones en las que participó Aquilino fue a Pocitos, “donde hirieron a Azulejo y mataron a otro
apodado El Perro”, asegura. El operativo estuvo mal coordinado ya que
fueron los mismos compañeros quienes hirieron con un grass a Azulejo en el
muslo. Rodearon una casa de cancel y dispararon sin tener en cuenta que los
proyectiles traspasaban la casa de lado a lado; uno de estos hirió al Azulejo.
“Ese señor sufrió mucho. Del Aura se lo
llevaron para abajo, para El Higuerón, en una trojita por allá (…) que va y de
pronto una comisión no lo encontraran por ahí herido y que lo acabaran de
matar. A lo último se le canceró esa herida hasta que a lo último… (ya se sabe
el final)”, comenta.
El difunto Azulejo era sin agüeros, era muy candelero. En una noche se
vino de Boquerón con Ruben, Aquilino y otro. Se aproximaron por los potreros y
rastrojos por donde hoy queda el caserío JD y el potrero de Walter Hernández.
El Azulejo pidió a sus compañeros que lo esperasen, no les pidió que lo acompañasen
ni mucho menos que le cubriesen la espalda. De manera furtiva subió por la
calle Nariño … y de buenas para la policía y de malas para el chusmero, que
ninguno de ellos le dio papaya. Tenía la policía el comando de operaciones en
lo que hoy es la iglesia presbiteriana. En la parte de afuera tenían sus
trincheras con piedras.
En aquellos tiempos no había ni médicos ni enfermeros en medio de la
tropa. La chusma liberal no tenía acceso a los analgésicos y sedantes. Los heridos en acción tenían que
padecer el rigor del dolor mientras sus compañeros los cargaban al hombro o en
barbacoa hacia lugares seguros, apartados del enemigo, para que se recuperasen,
o en el peor de los casos, para que muriesen.
Comenta Aquilino que el arma que cargaba en la violencia era una
carabina de 18 tiros la cual la tomó el difunto Perro de uno de los
contrachusmeros que venían por los lados de Sabanalarga. Estos se quedaron sin
munición en un cafetal porque hacían muchos disparos para asustar a la gente
olvidando que se podían quedar sin munición. “El contrachusmero apenas vio al difunto Perro, dizque lo encañonó, pero
no tenía pertrecho y el difunto Perro no le comió carreta y se le fue a machete
y ese hombre de susto dejó la carabina”.
A la policía acantonada en Peque y en Los Llanos no le quedaba fácil
movilizarse ya que los chusmeros montaban retenes en sitios estratégicos. Había
cuartel en Las Lomas, retén en Boquerón (el filo al frente del pueblo), en
Popal, arriba de San José. La policía de Los Llanos recibía el mercado de
Ituango y estos traían la parte del mercado a la policía de Peque. El primer
“queme”, asalto, que le hizo la chusma a la policía que bajaba de Los Llanos
fue en Las Faldas en el sitio conocido como Las Tapias, sitio de propiedad de
Juaquín David, padre de Enrique David.
Cena familiar conmemorando sus 87 años |
En la violencia los caminos se abandonaron cubriéndose de rastrojo. Para
evitar sorpresas, la policía de Los Llanos, con ayuda de los contrachusmeros,
rozaron el camino, formaron rollos de rastrojo y los rodaron hacia abajo sin
percatarse que le estaban haciendo un favor a los chusmeros al cubrir y ocultar
los huecos y cuevas desde los cuales eran vigilados. El trabajo estaba
coordinado entre los chusmeros que se ubicaban en El Tablazo y los que se
encontraban dispersos por el camino de Los Llanos. En El Tablazo estaba Alejandro
David, alias Sanchecerro. Se le encomendó a Sanchecerro, como señal para los
chusmeros que estaban ocultos en el camino de Los Llanos, extender una sábana
blanca cuando la policía partiese de Los Llanos hacia Peque. Llegó el momento
de aplicar el santo y seña, y Sanchecerro no solamente extendió la sábana sino
que se largó a silbar lo cual puso en alerta a la policía. Sin embargo la
policía siguió adelante, “y Pedro Mazo
les quemó uno y no pudo hacer más porque la escopeta se le encascaró, era una
escopeta grass, que era de manubrio como un grass. Y Dominguito, ese martilló y
no le dio fuego la escopeta, y ya tuvieron que volasen”, agrega.
Una anécdota graciosa de guerra que recuerda Aquilino es aquella en la
que montando guardia con un chusmero conocido como Cartagüeño, en uno de los
huecos de vigilancia por los lados de Popal. Éste, sentado con los codos
apuntalados en los muslos, las manos sosteniendo sus mejillas y los ojos
abiertos mirando al frente, permaneció largo rato en esta posición. Sorprendido
estaba Aquilino al ver a su compañero de guardia aguantar tanto tiempo con la
atención fija hacia el horizonte. “Yo ya
cansao de estar parao, y ese hombre en esa posición, ehh! ¡Que hombre si que
aguanta en esa posición, hombre! Me le asomo por debajo, y era una lunita algo
pardita pero se veía. Me le asomo, hombre pero dooormidoo. Cojo una pajita y le
hago así (en la nariz). Y el hombre, sniff, sniff. ¡Oiga!, ¡yo que me moría de
la risa!”, lo recuerda con risa.
Con su esposa Virgelina |
Hubo un dragoneante del ejército de apellido Rodríguez, que por cosas
del amor o del destino le tocó enfilarse en la chusma. En las filas de la
guerrilla liberal le fue dado el rango de teniente. Cuando este dragoneante
pagó su servicio militar venía a visitar a Peque a Oliva Hurtado, hermana de
Toño Chumbimbo. Estando en amoríos con Oliva no pudo regresar a su casa porque
en Uramita había retenes y quien se atreviese a movilizarse terminaba muerto. El
reservista no tuvo más opción sino que “preguntó
dónde estaba la guerrilla, y ellos estaban al frente de Iracales (al otro lado
del cañón) en un sitio que llama Algarrobal. Entonces se fue pa´lla. Como quien
dice, ya me tocó quédame por aquí”.
El teniente Rodríguez era malo o se hizo malo. Mató a Kico Chancí,
llamado León de Apure, en el parque por donde se encuentra la imagen de la
India Peque. “Con ese fusil le martillaba
a ese señor, y ese señor amasaito así de las manos pa´tras (el arma no daba
fuego) – Mi teniente, ese pertrecho está frío – Entonces había otro soldado ahí
de los que se habían salido con fusil (por estos lados, algunos soldados se
habían volado con los fusiles y se metieron a la guerrilla). – ¡Mi teniente,
dispare con este que este no niega candela ni en los infiernos! Oiga, de
verdad. Lo que pasaba es que parece que ese señor como que sabía cosas, el fusil de ese Rodríguez no estaban cruzadas
y el otro tenía las balas cruzadas y entonces ahí si cayó”.
Sindicaban al León de Apure de quedarse con el pertrecho, o sacar parte
del pertrecho, que mandaban de afuera para los liberales con él. Lo sindicaban
de que vendía el pertrecho, incluso a las misma guerrilla liberal. “Entonces por eso le cogieron falla, o lo
vendía, o sí. Entonces por eso lo mataron”.
Todo hombre malo tiene su fin y el del teniente Rodríguez fue en una
comisión que se envió a Guacharaquero incluso cuando la situación estaba ya
buena. “Ya el tiempo arreglado. Como es que
meten una comisión dizque pa´Guacharaquero por allá dizque a donde unos godos
que habían por allá. Más ni nada había. Por allá los cogió la policía y la
contrachusma y de allá los derrotaron. De lejos se disparaban. Él como muy
guapo ´izque se paró derecho ´izque a´cele sonar una pistola, a disparales con
una pistola como pa´que oyeran que sí tenían con qué. Y ahí mismo llegó una
bala del enemigo, y dice Ismael que hasta paró las patas cerquita de él. Algunos
compañeros salieron con él arrastrándolo pa´no dejalo ahí…y verdad, a él lo
trajeron”.
Cuando terminó la época de la violencia y asumió la presidencia el
general Gustavo Rojas Pinilla, este convocó a los guerrilleros liberales a que
se presentasen con el propósito de brindarles amnistía. “Sé que el comandante que se presentó con nosotros fue Miguel López, El
Aguilón. (Él vivió con Elda López por aquí en Las Faldas. Él era de por allá
debajo de Montarrón). Nos presentamos con las armas, con lo más malo, un arma
en dos pedazos: la cacha separada de la caja. Eso lo recibían ahí y eso lo
llevaban pa´ presentalo por allá. A nosotros nos llevaron, entonces nosotros
nos fuimos con el ejército. De aquí fuimos a Juntas, eso era a pie. Ahí en el
camino a uno mismo, de los guerrilleros que iban a presentarse les ayudaba a
cargar el armamento. Amanecimos en Juntas en el cuartel de los soldados que
había allá. De ahí nos madrugamos, nos fuimos hasta Uramita y ahí nos montaron
en carro, en jaula, nos llevaron a Medellín. Ahí nos tuvieron como 20 días.
Estábamos era aguantando hambre allá”, asegura.
En tiempos de paz, Aquilino probó su agudeza de tiro en una ocasión. “Habían unos soldados y Perrunga siguiendo
una garza. Los soldados le disparaban con unos fusiles y no le apuntaban.
Entonces yo salí por ahí cuando ¡oiga, venga hombre! Y Perrunga estaba cargando
la escopeta. ¡Hombre, usted dizque tiene puntería! Bastante alto estaba la
garcita por allá. Una escopeta de chispa desde que esté bien asestada, lo que
uno cobije con esa mirita, ahí es. Y al momentico pal´suelo”. La garza
estaba en unos árboles grandes y gruesos por la parte de encima por donde hoy
es la casa de Walter Hernández, Cuzco.
Libreta militar de Aquilino |
Otras ocupaciones
Desde los años 60, el municipio contaba con planta hidroeléctrica que
proveía el alumbrado público para el casco urbano. La planta se encontraba en
los terrenos donde hoy se encuentra el hostal de Diego Peque Rua (Perma). Esta
planta solo se encendía al anochecer para encender los bombillos que se
encontraban al interior de las casas. Aquilino Salas uno de los operarios (plantero
en ese tiempo) de ella. “Y eso era una
lucecita, que eso, la dominaba una plancha. Por donde ponían una plancha
pa´planchar, ponía la luz más opaquita. Era prohibido tener una plancha (…) por
las calles no se veía un bombillo”, recuerda.
El tiempo fue pasando y se pensó en una planta de mayor potencia, una,
que además de alumbrar los hogares también alumbrase las calles y sirviese para
conectar una plancha, un fogón eléctrico, una nevera o un televisor. Se inició
el proyecto haciendo la sequia (viaducto) desde la bocatoma en la parte alta de
la quebrada hasta el frente de la vieja planta. Aquilino trabajó como obrero en
este proyecto aproximadamente ocho meses. Aunque Sacramento, citador de la
alcaldía, conociendo que el ingeniero encargado del proyecto era un poco
chupasangre, le dijo a Aquilino que si aguantaba ese primer día de trabajo no
aguantaría el siguiente. A los dos días le preguntaron al ingeniero como le
había ido a Aquilino y este dijo que era el mejor trabajador que tenía. Construido
el proyecto, también laboró Aquilino como operario de la planta.
Muchos recuerdan al encargado de encender y apagar las luces caminar por
las calles del pueblo con una vara larga para subir y bajar las cuchillas en
las esquinas a las 6 de la tarde y a las 6 de la mañana.
Otro de los cargos desempeñados por Aquilino fue el de guardián de la
cárcel del municipio. Llegó a este cargo porque Jorge Carvajal, que era
guardián, lo recomendaba para que lo reemplazase en las vacaciones. Los otros
guardianes también lo pedían para que les hiciese sus vacaciones. Jorge
Carvajal renunció entonces posesionaron a Aquilino en el cargo. Trabajó diez u
once años continuos. Otros guardianes que trabajaron en diferentes temporadas
con él fueron Ovidio Torres, Cesar Torres, Rigoberto Torres, Heriberto
Pimienta, (Güeveto) y William Guisao
Descansando, luego de un rato de trabajo |
De Heriberto recuerda la siguiente anécdota: “no había papel higiénico, y entonces le cogió una necesidad y no
encontró más sino que se llevó una orden de libertad y se limpió la nalga con
ella. Y entro yo cuando… ¿hombre, esto no es orden de libertad? Le digo,
hombre, ¡vos como que te limpiates la nalga con una orden de libertad! ¡hombe,
yo no sé qué vas a hacer pero, te vas a encartar porque yo tengo que decir que
fuites vos! Yo lo que le dije fue: vas y la limpies bien y la volvas a colocar
aquí; por malas vienen y nos preguntan por esa orden de libertad y que no
aparezca, y ve que aquí nos vamos a embalar. Él la limpió, quedó como algo
manchada pero él la metió en las otras órdenes”, se ríe mientras lo narra.
De los hombres bravos que recuerda Aquilino que haya estado en la cárcel
es a Octavio Guerra. “Ese que se le
enfrentaba hasta a la policía. No le
faltaba un revólver en el carriel. _ ¡Una requisa! Haber abra ese carriel _ y hay mismo dizque lo sacaba. _Haber, ¿quiere que cambiemos?_ y ellos no podían proceder así; y si lo iban a
coger, entonces él les quemaba. Entonces se iba yendo (…) y era sequito de risa”.
Para Aquilino son 87 años de historias que al narrarlas lo trasladan en
el tiempo volviendo a ser joven, hábil y fuerte. Se recrea en esos paisajes de
campo, caminos, ríos, selva, animales. Dialoga con esos personajes, chusmeros,
campesinos, soldados, jornaleros. Todo vuelve a la vida en la mente de este personaje. Y le queda mucho por
narrar porque se despide diciendo: “nos queda mucha tela pa´cortar, mijito…y
divertida”.
Marcos Antonio Salas Posso y Laura Rosa Salas Guerra fueron padres de Teresa, Arnolda, Ernestina, Angélica, Ismael, Aquilino, Natanael, Salomón y Enerías.
Fuera del matrimonio, Marcos Marcos Antonio Salas y doña Rosahelina Mazo fueron padres de Francisco Mazo, Antonio María Mazo y Magdalena. Con doña María Chancí don Marcos Salas tuvo a José Benedicto. También se dice que Albuino, hijo de Ilduara Guerra, era hijo de Marcos Salas.
Teresa Salas fue madre de Eliseo, Crisanto, Alicia, Leticia, Oscar Omar, Aníbal, Edith Nelly, Gladis
Ernestina Salas fue madre de Conrado, Flor Angela, Jacob, Laura Eugenia, Astrid y Geiber.
Arnolda Salas, casada con Pedro Luis Mazo, fueron padres de Israel, Franquelina ( fallecida ), Blanca, Edelmira, Raúl, Epifanio, Resfa
Angélica Salas fue madre de Berta, Lucía, Omaida, Zulema, Jabdiel, Giovanny, Wilmar y Yolanda.
Salomón Salas, casado con doña Luz Ángela Salas, fueron padres de Víctor Manuel, Solmira, William Arturo, Laura Eugenia, Juan Ignacio, Luz Mardelly, Samir Alonso. Fuera del matrimonio, Salomón Salas y doña Sibarita Salas Mazo fueron padres de Nulber Salas. Así mismo, con doña Jose Fina Montoya fueron padres de Gardo Salas.
Natanael Salas, Casado con doña Orla González (primera profesora de la vereda El Aura), fueron padres de Clara Elena. Fuera del matrimonio, Natanael y Maria Dolores Salas (más conocida como Lola, hija de Arcadio Salas Puerta y Carlina Salas), quien vivió en Urabá, fueron padres de Emidio Salas, Isolina Salas y Blanca Nury Salas. Ellos actualmente viven en la vía que va hacia San Pedro de Urabá. Natanael Salas, trabajando en el municipio de Cáceres, con la señora... tuvo a Keyner David Chávez
Don Marcos Antonio Salas tuvo los siguientes hermanos Marcos: Luis María y Juaquín Emilio (esposo de Rosana, papá de Arcadio Salas Carvajal); Rosa esposa de don Justiniano Salas; Felicia, esposa de Rosendo Salas.
A la muerte de la primera esposa del papá de don Marcos Antonio Salas, este vuelve a contraer matrimonio teniendo los siguientes hijos, los cuales vienen a ser hermanos medios de don Marcos Antonio Salas: Angela Salas Jaramillo esposa de don Daniel Carvajal; Adán Salas Jaramillo, Luis Lealdo Salas Jaramillo, Esaú Salas Jaramillo (murió joven), Carlina Salas Jaramillo (esposa de Arcadio Salas Puerta), Maria Florinda Salas Jaramillo (esposa de Luis Giraldo), Ángela Salas Jaramillo, Belarmina Salas Jaramilo ,